Las festividades religiosas se fusionan con la alegría de los pobladores.
Tercera llamada. Se apagan las luces del Teatro Macedonio Alcalá. El nutrido público percibe la nostalgia y solemnidad que expresa la cantante, vestida del tradicional traje istmeño, acompañada de la banda de música.
¡Tu candor de flor, ternura virginal, eres la risa invernal, fragancia tropical, que cambia mi dolor!, “Celosa”, melodía que exalta las características de la doncella de los barrios de Santo Domingo Tehuantepec, con la que inicia el espectáculo “Sandunga, fiestas titulares de Tehuantepec”.
En tanto, en el escenario, una mujer sostiene una vela finamente labrada y rodeada de flores que le obsequian quienes van llegando al espacio que asemeja la casa de los mayordomos. Entre abrazos e intercambio de presentes inicia la festividad y los bailes regionales.
Los sones del istmo contagian a los asistentes, que con aplausos acompañan las piezas musicales, mientras los bailarines de la Compañía de Danza Costumbrista muestran con sus mejores pasos la religiosidad y festejo que se vive en Tehuantepec.
Con cada baile se exponen los preparativos previos a la realización de las grandiosas Velas, festividades en honor a los santos patronos, principalmente a San Vicente Ferrer, donde la comida y bebida no pueden faltar, pues es muestra del fervor que se vive.
Los pescadores no pueden faltar en el espectáculo, que con red en mano persiguen a su presa: el Pez Vela, con movimientos sigilosos hacen toda una odisea antes de ser capturado y luego ser vendido o repartido entre las amistades.
Las mujeres lucen sus trajes aterciopelados con bordados de flores y sus cabellos trenzados de listones y tocados de colores. Los hombres con pantalón negro y guayabera blanca expresan la mezcla de alegría, dolor y nostalgia.
Las primera notas de “Sandunga se escuchan y uno a uno van apareciendo los estandartes de diferentes santos y vírgenes.
“¡Ay Sandunga, Sandunga mamá por Dios!”, canto de dolor y nostalgia que según cuenta la historia, narra el momento en que un joven regresa a su pueblo natal, con la esperanza de encontrar aún con vida a su mamá, ya que por muchos años la tuvo que dejar para irse a la ciudad a estudiar. Al llegar se da cuenta que ha fallecido y le suplica que lo escuche.
Con el paso de los años se convierte en pieza musical, característica del Istmo y que ahora es parte fundamental de las “Fiestas Titulares de Tehuantepec”, para deleite de oaxaqueños y visitantes.