Julisa Sánchez
Oaxaca de Juárez, Patrimonio Cultural de la Humanidad, título que le fue otorgado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) en el año de 1987, por cumplir con el requisito de la belleza arquitectónica, principalmente. Y no es para menos, las edificaciones históricas llenas de cultura e historia han dado un referente mundial a la Verde Antequera.
Sin embargo, a través de los años, la perfección arquitectónica del Centro Histórico de Oaxaca ha sido vandalizada, mutilada, invadida, descuidada y finalmente, ha desaparecido su esplendor por los hechos sociales de trascendencia política y económica.
Como ha sido el caso del fenómeno del ambulantaje (amparado por la autoridad municpal) que ha invadido todas las calles del Centro Histórico de Oaxaca, con la colocación de estructuras metálicas que han tapado las fachadas de los inmuebles catalogados de esquina a esquina, incluso atrios de Templos católicos, así mismo, los parques históricos han corrido con la misma suerte, siendo testigos mudos del terrible daño a las edificaciones, al igual que las dependencias gubernamentales que se dicen protectores del patrimonio, historia y cultura de la Entidad.
De la misma manera, la historia de Oaxaca en sus inmuebles ha sido vandalizada por múltiples protestas y enfrentamientos sociales, como ocurrió en el año 2006 durante una revuelta social encabezada por el magisterio oaxaqueño, el incendio de inmuebles históricos, el daño irreparable a la cantera colocada pieza a pieza en los edificios históricos y las pintas con aerosol, aspectos que hasta la fecha siguen presentes.
De la misma manera los incendios al interior de los edificios de la Máxima Casa de Estudios, como el invaluable Paraninfo de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (UABJO), donde los siniestros por la mano humana borraron piezas únicas de la historia.
Infinidad de hechos violentos que han causado un daño irreparable.
Otro gran perjuicio la Patrimonio oaxaqueño fue generado por la aparición de nuevas empresas hoteleras y restaurantes, así como Centros Culturales, como el caso del ex Convento de San Pablo, en donde la Fundación Alfredo Harp Helú, derribó todo un inmueble histórico ubicado frente al Jardín San Pablo para dar paso a la construcción de un cubo que rompe con la arquitectura colonial. Así mismo, la construcción de un Hotel de cadena nacional frente al Paseo Juárez el Llano, que terminó por derrumbar una manzana de inmuebles para dar paso a la inmensa estructura. Otro caso es la ampliación de la terminal de autobuses ADO que fue muy criticada por la desaparición de la histórica calle de Pirus en el Barrio de Jalatlaco. Continuando con la desaparición del Jardín de la Hermandad ubicado en el Cerro del Fortín, reserva ecológica y de hermanamiento con el Estado del Norte que fue destruido para construir un Estacionamiento de 5 pisos que está inoperante. Otro más frente al Majestuoso Templo de Santo Domingo Gúzman, inmueble ocupado para la venta de nieves “Manolo”, que fue derribada para hacer un nuevo hotel y el más reciente daño es sobre el Andador Turístico de la ciudad, con la construcción de un segundo piso de estructura moderna. Podríamos continuar con estas acciones que se realizan desde las esferas de poder y beneficiando directamente a los titulares de distintas dependencias estatales y federales.
Lo cierto es que existe una Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicas, Artísticos e Históricos publicada en el Diario Oficial de la Federación el 6 de mayo de 1972, siendo Presidente Luis Echeverría Álvarez, reglamentación federal que obliga a el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) a aplicar su vigencia, sin embargo, la historia en Oaxaca, es otra.
Dicha Ley, en su artículo 33 protege al Patrimonio Cultural de la Humanidad y en su CAPITULO VI, establece una pena de hasta 10 años y multa económica para quien o quienes generen daños, vinculando a titulares o comisiones del INAH.
El daño al Patrimonio de Oaxaca es constante, impune y latente frente a una sociedad que levanta la voz sin ser escuchada por ninguna autoridad en funciones y con la total responsabilidad cívica.