Ni el 14 de febrero, el tan celebrado día de San Valentín, día del amor y la amistad las mujeres se libran del machismo. Incluso, es cuando más se manifiesta este cáncer que carcome nuestra sociedad.
En Oaxaca, más allá de los discursos del gobernador Alejandro Murat Hinojosa y de los del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, tan complaciente con los Murat siempre, los feminicidios han rebasado a los cometidos en el sexenio de Gabino Cué Monteagudo. Otro consentido de AMLO.
En México, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, INEGI, en el año 2019 fueron asesinadas 3, 874 mujeres, es decir, más de 10 feminicidios diarios y los gobernantes ni se inmutan.
La impunidad que prevalece sobre el derecho a la vida, la libertad y una vida libre de todo tipo de violencia, sumada a una larga tradición de la cultura machista como herencia del vasallaje y colonialismo genera las condiciones de sometimiento psicológico, sexual y corporal de las mujeres.
Coger, la palabra coger, en México tiene una fuerte y hasta ofensiva connotación sexual pues los colonizadores españoles simplemente llegaban y cogían a las indígenas, es decir, las violaban. No importaba que fueran aún unas niñas.
Así, desde el seno familiar al varón, al machito de la familia se le consigue mujer, una mujer que supla el lugar de la madre y se convierta también en una esclava de la familia, mujer con la que se llega a la violación como pareja o lo que es peor, al asesinato.
No son raros los casos en los que la mujer, a pesar de trabajar en tareas del hogar, propias de sus sexo, según escriben los magistrados en pleno Siglo XXI, trabaja en el campo, por su cuenta, en el negocio familiar y/o por cuenta ajena sin que disfrute de un salario ni pueda disponer de los ingresos.
Si la mujer intenta abandonar esa vida de sumisión y desgracia, el marido violentador, el macho mexicano, le quita los hijos y/o atenta contra su integridad física y psicológica, su reputación o en el peor de los casos, le quita la vida.
Lo peor de la situación es que esta cultura se transmite de generación a generación. Los hijos e hijas normalizan esta situación, ellos se convierten en los futuros machos y ellas asumen que la violencia contra ellas es normal y/o que deben aguantar porque es la suerte que les tocó. Y no, la violencia, todo tipo de violencia, no es cuestión de suerte.
Es tiempo de revisar nuestro modo de ser y actuar, nuestro modo de estar, de pensar y de hablar, es tiempo de cambiar. Es tiempo de reeducar y educar, de vivir una cultura de la defensa de los Derechos Humanos, del feminismo, de la equidad, de la colectividad, la responsabilidad y de devolver a las mujeres lo que por derecho les corresponde.
Ante esta situación, la lucha contra el machismo, contra la violencia de género, por el respeto a la vida y la libertad de las mujeres, por una vida libre de violencia es una lucha de todos y todas, una lucha que apenas comienza.
¡El machismo mata!
Desde un rincón del exilio,
Juan Sosa Maldonado
Defensor de Derechos Humanos