Siete personas han sido asesinadas el fin de semana en la Sierra Sur de Oaxaca, siete personas que se suman a los cientos de personas asesinadas en el sexenio de Alejandro Murat Hinojosa, muertes que enlutan la Sierra Sur pero que al gobernante no le causan la menor vergüenza.
Si hubiera necesidad de juntar en el despacho del gobernador de Oaxaca los cuerpos de todas las personas asesinadas en su sexenio, aun apiladas una sobre otra, no habría cupo suficiente. De este tamaño es la tragedia de Oaxaca.
La normalización de la violencia y la violación permanente de los Derechos Humanos en uno de los estados más pobres de México; el acallamiento de sus habitantes ante la imposibilidad de encontrar mecanismos de justicia, aumentan la espiral violenta en Oaxaca.
La desidia y el abandono de los habitantes de las comunidades indígenas y campesinas ante los permanentes conflictos creados por los viejos intereses caciquiles se suman a los intereses de explotación y neo colonialismo de los territorios y habitantes por el capital transnacional.
El ostentoso aparato de protección del Gobernador, el Fiscal General y el secretario de Seguridad Pública chocan con la soledad y desesperanza en la que viven y mueren los habitantes de una tierra de enorme riqueza cultural y material explotados y engañados por siempre.
Así, las huérfanas y huérfanos de estas tragedias engrosaran las filas de la migración y búsqueda de refugio en las ciudades o en la Unión Americana, una Unión Americana que muestra su peor cara con la persecución y militarización de las fronteras Norte y Sur de México.
Sin embargo, los políticos están demasiado entretenidos con sus campañas a puestos de elección popular para el fortalecimiento y enaltecimiento personal y de sus grupos o partidos políticos que son incapaces de mirar los muertos que enlutan la geografía local y nacional.
Sí, desgraciadamente esta es una tragedia nacional y global donde la vida de las personas vale menos que la bala que los mata o que las bombas que los expulsan de sus territorios para obligarlos a morir en el mar, la frontera o el desierto ante la mirada de odio extremista de la derecha.
Pero la indiferencia también nos hace cómplices. Los crímenes que se cometen contra la humanidad no existirían si encontraran una sociedad demandante, exigente y respetuosa de los Derechos Humanos. Por lo menos exigente en el respeto de nuestros derechos.
Tenemos una sociedad así, tenemos una humanidad así porque quienes dominan y determinan la educación y la cultura nos han enseñado a odiarnos y despreciarnos a nosotros mismos, por nuestro origen, por nuestra apariencia o por lo que sea, pero nunca amar y aceptar al diferente.
Nos toca ser, nos toca aprender a ser libres, ser diferentes y diversos, reconocer nuestra humanidad en la humanidad de las otras personas, ver nuestra dignidad en la dignidad de las otras personas; cuando ellas sean libres y dignas, nosotros seremos libres y dignos.
Cuando la humanidad, la dignidad de una persona es pisoteada, todas las personas somos pisoteadas. No podemos resignarnos ante la indiferencia, la violencia y la sinrazón que nos deshumaniza a quienes, sobre todo, debemos ser humanos.
Educar en y para el respeto de los Derechos Humanos debe ser una de nuestras prioridades, detener el clima de violencia y agresión permanente contra la madre tierra y la humanidad debe conducirnos por el camino del bienestar y la paz, no hay más caminos.
¡Paz, justicia y libertad en Oaxaca, ya!
Desde un rincón del exilio,
Juan Sosa Maldonado
Defensor de Derechos Humanos