“El Danzante de Pluma”: el guardián de Zimatlán resurge para honrar 181 años de tradición viva

Julisa Sánchez / Tucán
Zimatlán de Álvarez, Oaxaca.- En el corazón del cerro de Yavego, donde el viento guarda secretos antiguos y la tierra vibra al ritmo de los pasos rituales, se alza imponente “El Danzante de Pluma”, la escultura más grande del estado de Oaxaca. Esta majestuosa obra de 13 metros de alto es más que una estructura monumental: es un símbolo viviente, un guardián espiritual de la Guelaguetza en Zimatlán.
El artista zimateco Vladimir Cuevas, creador de esta obra erigida en 2018, vuelve a insuflarle vida a su creación. Con el apoyo decidido del edil Lic. Javier Barroso y su equipo, la escultura será restaurada y embellecida con motivo de la gran reinauración que se celebrará el próximo 28 de julio, en el marco del magno evento de la Guelaguetza distrital.
• Un legado que danza con el tiempo
En 1844, Zimatlán de Álvarez danzó por primera vez la emblemática Danza de Pluma, ritual que honra la resistencia y el encuentro entre dos mundos. Hoy, 181 años después, ese legado sigue latiendo, y “El Danzante de Pluma” encarna el espíritu de esa continuidad cultural.
Con plumas que parecen tocar el cielo y brazos extendidos hacia el sol, la escultura no solo representa al danzante: es el danzante. Su cuerpo, esculpido en fibra de vidrio, tiene una presencia que impone respeto y devoción. Sus dimensiones, 13 metros de alto, 9.5 metros de ancho, y un penacho de 4 x 3 metros, lo convierten en un faro visual y espiritual para las comunidades de la región.
• El color como mística, el arte como lenguaje
Lo que hace única a esta obra no es solo su tamaño, sino el enfoque artístico y místico de Vladimir Cuevas, quien en el penacho del danzante plasmó una obra abstracta que, a través del color, transmite la alegría, el movimiento y el ritmo de la Guelaguetza.
“El Danzante no es un guerrero, es un mensaje. Es el eco de los abuelos que danzaban para equilibrar el mundo”, ha dicho Cuevas en entrevistas pasadas. Su visión va más allá de lo estético: la escultura es una conexión entre la tierra, la danza y el alma del pueblo.
• Un esfuerzo colectivo, una identidad compartida
La restauración de “El Danzante de Pluma” ha sido posible gracias al compromiso de una comunidad que reconoce el valor de su historia. Junto al presidente Barroso, los colaboradores Iván Cuevas, Isaías Muñoz, Juan Ortiz, Álvaro Blanco, Ernesto Aquino y muchos más, han sumado manos, tiempo y corazón para que este símbolo vuelva a brillar como faro cultural.
Y no es coincidencia que se encuentre en el cerro de Yavego, en náhuatl, cerro de la tortuga, lugar ceremonial donde se celebra la Guelaguetza distrital. Allí, entre copales y huipiles, “El Danzante de Pluma” observa en silencio, danzando con el alma de su pueblo.
• Una cita con la historia
La reinauguración del Danzante este 28 de julio no será solo una ceremonia: será un reencuentro con la identidad, una reafirmación del espíritu colectivo que resiste y florece a través de los siglos.
Zimatlán no solo celebra una escultura: celebra su memoria viva, danzando con los pies sobre la tierra y el corazón en lo alto del cielo.

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