Por Horacio Corro Espinosa
Oaxaca sufrió mucho caos, mucha violencia la semana pasada. Creo que escapamos por poco. La violencia se está convirtiendo en Oaxaca, en dueña y señora.
El mismo día de la violencia, el gobernador Salomón Jara Cruz, dijo que no caería en las provocaciones, porque su gobierno no es autoritario. Estas palabras no tienen justificación ni lugar dentro de la situación de violencia que vive la entidad.
Docenas de habitantes de la comunidad de Teojomulco convertidos en delincuentes, no tuvieron reparo en dañar los bienes personales y atacar a cuantos pudieran. Desde luego que estos hechos sucedieron en Ciudad judicial y ciudad administrativa, pero eso, ofende al resto de la ciudadanía oaxaqueña.
La agresión física de los de Teojomulco, más la agresión de las palabras del gobernador, fueron fáciles de ejecutar y fáciles de recibir. Al no haber reacción ciudadana, parece que los oaxaqueños ya nos volvimos agachones, sumisos y miedosos, como consecuencia de que no hay quien nos proteja. No hay autoridad que le haga frente a la delincuencia.
Las palabras del gobernador, que en tiempos electorales se desataron las provocaciones, es refugiarse ante el miedo. Además, decir que su gobierno no es autoritario, le abre las puertas a todo tipo de grupos delincuenciales para que vengan a Oaxaca a hacer lo que les plazca. Ellos podrán manifestarse el día que quieran, a la hora que quieran, y causar estragos en la medida que quieran. El resto de los oaxaqueños, los que aportamos nuestros talentos en favor de la entidad, simplemente no gozamos de ninguna garantía de seguridad, por lo que prácticamente estamos muertos. No valemos nada para nuestras autoridades. Así que, bienvenidos los manifestantes, que al fin y al cabo el gobierno de Jara Cruz, no caerá en la provocación.
A la ciudadanía nos consideran las autoridades como el silencio, el silencio de las tumbas. Aquí nos ha puesto Jara Cruz: en el silencio de la esterilidad, en el sitio de los que no tienen futuro ni propósito.
Aunque los no violentos ya estamos cansados del cierre de calles, manifestaciones, secuestros, violaciones, extorsiones y agresiones dentro de nuestra propia casa, el gobernador y su cuerpo de seguridad dicen que Oaxaca está en paz.
En Oaxaca, la violencia se ha vuelto atractiva para muchos porque les da poder, dinero y, además, saben que tienen asegurada la impunidad. Aquí no existe el respeto a la ley y mucho menos que sean detenidos o procesados. Esas probabilidades son bajísimas, o mejor dicho, nulas.
El gobernador le debe una disculpa a los oaxaqueños, de lo contrario, se entenderá que no habrá certeza durante su gobierno, para poner fin al crecimiento desmedido de la delincuencia.
Aunque digan que Oaxaca está en paz, Oaxaca seguirá entre las balaceras, secuestros, asesinatos de líderes sociales, amedrentamientos y terror en comunidades apartadas y cercanas, desapariciones, extorsiones y otros males que lastiman en lo más profundo a nuestro pueblo.