Jorge Jiménez Zárate
Tras 30 años de un sistema tributario relativamente estable, el mes pasado el Congreso de EEUU aprobó su mayor reforma fiscal, considerada como un triunfo del gobierno del Presidente Trump en su primer año.
De acuerdo a la administración Trump, esta reforma tiene tres objetivos: 1) crear empleos; 2) el crecimiento económico, 3) apoyo a las familias de bajo y medio nivel. Esto a través de medidas como recortar los impuestos sobre la renta a un 95% de la población, donde los mayores beneficiados resultarán ser los grandes corporativos, cuyo ISR pasará de un 35% a un 21%, con el propósito de incentivar la inversión en el país vecino, además las empresas no tendrán que pagar impuestos por sus ganancias en el extranjero.
Esto ha generado múltiples reacciones de importantes empresas globales como Walmart, Apple o JP Morgan, anunciando subidas de salarios e inversiones. En el anverso de la moneda, esta semana en el Foro de Davos, hubo señalamientos serios contra el Presidente Trump de utilizar la reforma en beneficio particular, desde su visión de empresario.
Y esto, a México ¿le ayuda o le perjudica? Las opiniones también están divididas, veamos. Hace un par de días, derivado de la reforma, el Fondo Monetario Internacional publicó proyecciones favorables para México en el crecimiento del PIB que para 2018 pasaría de 1.9% a 2.3% y para 2019 de 2.3% a 3.0%. El fundamento del incremento, según su Directora Gerente Christine Lagarde, es que el estímulo fiscal en Estados Unidos, impulsará la demanda para sus socios comerciales como Canadá y México.
En contraste, Gustavo De Hoyos, Presidente de la Comisión Patronal Mexicana (COPARMEX), instó al legislativo a tomar cartas en el asunto y actuar en la brevedad posible frente a este nuevo panorama, ante la posibilidad de que se dé una repatriación capitales, que lejos de apoyar a la economía mexicana, le afecte de manera directa, ya que se desincentiva en nuestro país.
Queda claro que es necesario hacer un análisis más exhaustivo y concienzudo de los beneficios y costos que implicarían cualquieras de las acciones que emprenda el gobierno federal. De momento, el Secretario González Anaya ha dicho que todavía es prematuro hablar de una reforma fiscal espejo en México y que se cuenta con las previsiones para garantizar estabilidad. Al tiempo, pero mientras esperamos, pensemos y vayamos adelante.
Ciertamente, creo que un tema impostergable en la agenda legislativa es el fortalecimiento de nuestro mercado interno a través de un paquete de reformas que proponga el establecimiento de una política iscal e industrial sólida, porque en lo que todos estamos de acuerdo es en que es necesario generar certidumbre y crecimiento en la economía mexicana, ante la fluctuación prevaleciente en los mercados internacionales y los cambios políticos de nuestros socios comerciales.
Para el caso de Oaxaca, el plan de clusters estratégicos impulsado por el Gobernador Alejandro Murat, es un esfuerzo claro por fortalecer la incipiente industria que hay en el estado. Es una de las grandes paradojas que siendo un estado de tantas riquezas, no hayamos sabido canalizarlas en industrias generadoras de desarrollo económico; sin duda es un desperdicio que no podemos seguir permitiéndonos.
A su vez, ya tenemos la declaratoria de la Zona Económica Especial del Istmo de Tehuantepec, a la que me he referido en colaboraciones anteriores, que de salida está contando con una inversión aproximada de mil 126 millones de dólares, con los que se espera crear alrededor de tres mil seiscientos fuentes de empleo.
Lo que no podemos perder de vista es que el mundo sigue cambiando, y no podemos confiarnos. Queda claro que para estar preparados, el Ejecutivo Estatal, deberá trabajar de la mano con los legisladores federales y locales en turno, y los que estén por venir, en un plan de acción integral que marque la ruta, para que la ZEE y los demás Clusters, se consoliden de la mejor forma, pues tal como se presume el tiempo apremia.