AFGANISTÁN

Afganistán vivió durante 20 años una ocupación militar por la primera potencia bélica mundial acompañada por sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN.

Más allá de quienes son los talibanes y las políticas que seguirán implementando, es una derrota militar para Estados Unidos de América y sus aliados, quienes ganan son los fabricantes de armas y municiones, los centros internacionales del control del dinero y las inversiones.

La industria de la guerra, de la destrucción y la reconstrucción, del tráfico de armas, drogas, materias primas y seres humanos siempre obtienen jugosas ganancias: antes, durante y después de la guerra. Por eso vivimos un mundo en crisis, en crisis de valores y respeto de Derechos Humanos.

Las invasiones, los intentos de colonización o recolonización a sangre y fuego no es nuevo para la humanidad, recordamos inmediatamente el Imperio Romano, el Imperio Español o como lo han sufrido innumerables pueblos de la humanidad en las últimas décadas, el Imperio Estadounidense.

El asalto a las ciudades, los sitios para obligar a la rendición de las poblaciones y gobiernos han sido siempre sangrientos, las guerras modernas asesinan con bombas, drones y balas. Eso cuesta millones de dólares y la industria armamentista surte a todas las partes en conflicto.

En esos conflictos creados por intereses políticos y económicos, la población civil, los niños, los hombres y mujeres inocentes ponen los muertos, los heridos, los lisiados, la carne de cañón que alimenta esa industria de la guerra, una industria que seguirá demandando más sangre.

Nunca una guerra ha sido garante de la paz para los pueblos, las guerras tienen asegurado el dolor, la sangre, la muerte, las violaciones, el desplazamiento forzado de la población, en suma: violación de los Derechos Humanos. Los ejércitos están entrenados para matar no para la paz.

La memoria de la guerra y la colonización en México se remonta a más de 500 años atrás cuando la matanza de Cholula se convirtió en una de las primeras guerras preventivas de la historia: masacres, asesinatos en los que la fuerza invasora argumenta futuros desafíos.

Nuestra historia está marcada por el permanente intento de exterminio, la esclavitud y el sometimiento, así, después de un largo sitio a la gran Tenochtitlán asediados por la sed y el hambre sus habitantes fueron muriendo, era tal el hedor que los sitiadores eran incapaces de entrar.

Vencidos, a los sitiados les esperaba la más cruenta esclavitud, esclavitud que alcanzó a quienes creyendo en las falsas palabras de los conquistadores arremetieron también contra la gran Tenochtitlán: las minas necesitaban hombres, mano de obra y ellos la tenían, lo habían demostrado.

La Guerra de Independencia no hizo libres a los pueblos originarios, sus hombres y mujeres siguieron siendo esclavos. La nueva nación tenía extensos territorios y los norteamericanos vinieron por más de medio país en 1848. Después otra invasión francesa y la larga dictadura porfirista.

La vieja política porfirista de “mátalos en caliente” sigue prevaleciendo hasta nuestros días, así, en cuanto se pudo, fueron asesinados Francisco I. Madero, José María Pino Suárez, Emiliano Zapata y el general Francisco Villa. El viejo ejército represor ganaba la guerra de 1910-1917.

Se quedaron con el poder y pasaron de ser una dictadura unipersonal a una dictadura de partido, hasta el año 2000 el Partido Revolucionario Institucional, PRI. La transición en el poder generó la lucha por el poder entre bandas de delincuentes que se iban de Los Pinos y las que llegaban.

Afganistán se queda corto ante la guerra que desangra México, desde hace 20 años: cerca de 500 mil personas asesinadas, casi 100 mil personas desaparecidas. Es la industria de la guerra, del crimen organizado donde la cúpulas militares controlan, ocupan la política y el territorio.

López Obrador, el Presidente que se dice de izquierda está haciendo lo que el PRI y el PAN no pudieron: legalizar la entrega del país a los militares. Seguiremos resistiendo pues, aunque los herederos de los conquistadores presumen de habernos salvado, nosotros decimos que, por lo pronto:

¡No nos exterminaron!Desde un rincón del exilio,

Juan Sosa Maldonado

Defensor de Derechos Humanos

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