Miradas de reportero
Por Rogelio Hernández López
Periodistas, por favor no tomen esto como chacoteo para relajarlos de las tensiones post electorales. Es muy serio. Tampoco lo comenten mucho porque alguien nos está espiando.
Es tal el auge y libertad del espionaje en México que algún empresario emprendedor –de esos que fundan universidades como si fuesen taquerías—podría abrir la Licenciatura de Ciencias y Técnicas de la Acechanza Multimodal y que en el perfil de aspirantes requiera que sean como Diógenes: fisgones, sin vergüenza, ni temor al baldón, o sea muy cínicos. Sobrarían solicitantes o quienes quieran titularse por trayectoria y méritos profesionales.
INDUSTRIALIZACIÓN Y AUGE
Es que, como nunca en México, durante la reciente campaña electoral bulleron productos del espionaje: imágenes grabadas subrepticiamente que envidiaría La Tuta para su cuantiosa videoteca; sonidos de conversaciones entre políticos desbocados en privado; documentos trasegados ilegalmente. Y eso, más su filtración embutió felicidad (y otras cosas) a varios periodistas y medios.
Por la ampliación del espionaje en México y, claro, el buen desempeño de sus operadores, todavía le rezumban los oídos a Claudia Pavlovich, a Purificación Carpinteyro, a los altos dirigentes de la empresa multinacional OHL, a Lorenzo Córdova, Ricardo Monreal, Carlos Navarrete, a candidatos a diputados locales y federales en los estados aprendices de próceres captados en momentos de solaz y esparcimiento costeados con recursos públicos.
Es espionaje necesita su mancuerna que es la filtración para la difusión masiva. Buena parte de los productos conocidos ahora fueron sembrados en las redes sociales y brincaron a la prensa convencional cuando se tornaron en frutos jugosos para la mercadotecnia informativa.
El fenómeno dual, de espionaje y filtración, de las semanas recientes atrajo la atención de varios notables columnistas o analistas políticos. La colega Katia D’Artigues, menos solemne y más divertida que otros, recordó otras espiadas famosas como al panista Luis Alberto Villareal; a Kamel Nacif y a Mario Marín el “gober precioso”; a Emilio Gamboa, a Luis Téllez, a Josefina Vázquez Mota, a Genaro García Luna, a Andrés Granier. Y más lejanos, pero igual de recordables a Elba Esther Gordillo con Roberto Madrazo; de José Córdova Montoya con Marcela Bodenstedt; de René Bejarano con sus ligas; de Gustavo Ponce y su apuesta en Las Vegas; del Niño Verde en Cancún….
Pero el espionaje no es sólo a políticos. Es lo que trasciende. La práctica es ampliamente conocida y sufrida en el sector privado. El articulista Hugo González en Milenio diario aportó un dato reciente de las magnitudes del espionaje industrial en su modalidad de hackeo u ataque digital:
“Según el último reporte de Norton, México es el tercer lugar global respecto al porcentaje de empresas afectadas por ataques cibernéticos. Estos ataques en México aumentaron 40 por ciento el año pasado, lo que generó a las empresas pérdidas por 39 mil millones de pesos. Esos datos los retomó hace unos días a mi cuate Joaquín Ortiz de Echavarría (@JOECRISIS), fundador y director general de GCE México”.
PROFESIONALIZACIÓN
El espionaje, siempre practicado, ahora tiene muchas más herramientas, tecnologías, métodos, un mercado que se amplía diariamente y todos, sin exageración, somos víctimas potenciales. Y no hay cotos, ni autoridad que le entre al tema.
La especialista Clara Luz Álvarez, describió en Reforma el 27 de mayo, algunas de las formas del espionaje: “Intervención de llamadas, de mensajes de texto, de correos electrónicos, videos y mensajería instantánea; acceso al historial de búsquedas web; obtención de archivos de la computadora; encendido del micrófono y de la cámara para grabar audios, tomar fotos y videos desde el celular de una persona sin su consentimiento; decodificación de mensajes encriptados; equipo utilizado remotamente para escuchar conversaciones en casas y oficinas, pudiendo discriminar entre ruidos, música y voces de cada persona; impresoras que mandan a computadoras intrusas una copia de lo que están imprimiendo; ubicación geográfica de celulares, tabletas y otros equipos móviles; uso de drones para obtener información; etcétera.”
Pero mejores datos los ofreció para la revista Nexos de mayo 2015 Esteban Iliades que en una entrevista muy especial a un jefe de empresa de espionaje muestra la profesionalización acelerada de esta actividad.
Por ejemplo que se usan tres tipos de técnicas que sus usuarios llaman herramientas: escuchas telefónicas; infiltración e inteligencia competitiva. Además se rebautiza a los espías como consultores. ¿Ven, cómo se profesionalizan?
¿Cuántas empresas de éstas hay en el ramo en México? Pregunta el narrador y su entrevistado dice que “tradicionalmente había tres o cuatro empresas. Kroll, Control Risk, Pinkerton, (pero) derivado de las tecnologías muchas consultorías tradicionales están abriendo áreas que se dedican a brindar este tipo de servicios.”
“Otras consultorías han entrado un poco al negocio. Las empresas boutique, que son alrededor de 10, normalmente fundadas por exfuncionarios del CISEN, de la policía federal o de la PGR…” Otras, son empresas, como detectives privados que “van a tener una capacidad para descubrir cosas más grandes. Diría yo que empresas serias (de estas) no son más de 15, que podrían tener como cliente a una empresa internacional.”
“¿Existe algún tipo de mecanismo defensivo? Si alguien está en la mira, ¿hay algún servicio para proteger al individuo?– Pregunta el narrador y le responden—“Antes existía, pero con base en las
nuevas tecnologías no es posible. No hay defensa. No hay forma en la que tú sepas si estás o no intervenido.
¿Costos? –“Si estas cerca del proveedor, puedes conseguir esto en 65 mil pesos un mes de escucha a celular. Un teléfono fijo es más caro” (unos) 80-85 mil pesos”.
Y, que nadie se ría, pero el espionaje está prohibido.
La académica Clara Luz Álvarez cita que “La Constitución establece que las comunicaciones privadas son inviolables y se sancionará penalmente a quien atente contra la libertad y privacía, excepto si una comunicación es aportada voluntariamente por uno de los particulares que participa en ella. Sólo los jueces federales pueden autorizar la intervención de comunicaciones y jamás puede ser en materia electoral, fiscal, mercantil, civil, laboral, administrativa o respecto de comunicaciones entre el detenido y su defensor”.
Sí, da risa. Entonces, la primera conclusión sin hipocresías, es la que escribió Héctor Aguilar Camín cuando abordó el tema, citando a la mamá de un amigo:
–“Mi’ jito si quieres que algo no se sepa, no lo hagas.”– A lo que yo agregaría –porque cada día hay más cínicos que practican profesionalmente el espionaje, también enemigos que saben filtrar información y, periodistas dispuestos a exhibirte.