El sábado 14 de octubre de 2017, fueron asesinados Ranferi Hernández Acevedo y su esposa Lucía Hernández Dircio; también la madre de su esposa, Juanita Dircio Barrios y el ahijado de ellos, Antonio Pineda Patricio, después de haber sido torturados.
Tres años hacía que habían sido asesinados los jóvenes de Ayotzinapa y sido víctimas de desaparición forzada los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural “Raúl Isidro Burgos” en ese siempre convulsionado, reprimido, marginado y pobre Guerrero. Ranferi había exigido justicia.
Había exigido justicia por Rocío Mesino Mesino, asesinada el sábado 19 de octubre de 2013, hace 08 años. Una trayectoria de hostigamiento y persecución había marcado la vida de Rocío y su familia. Lo que la había convertido también en una reconocida y comprometida luchadora social.
El hermano de Rocío, Miguel Ángel Mesino Mesino, fue asesinado el domingo 18 de septiembre de 2005 por paramilitares que se autonombraron revolucionarios, se erigieron en tribunal y como hienas sedientas de sangre dictaron sentencia de muerte y, cual sicarios de la mafia, lo ejecutaron.
Un denominador común acompaña estas ejecuciones extrajudiciales, todos habían sido perseguidos y criminalizados por el Estado mexicano. Por todos, más allá del discurso arrancado por la presión social a los gobernantes, un negro manto de impunidad a sus asesinos, tiempo y olvido.
Guerrero como viejo epicentro de la fabricación de expedientes, desaparición forzada de personas, persecución, prisión política, ejecuciones extrajudiciales y exilio en una permanente y vieja guerra sucia contra el pueblo, niños, mujeres y ancianos. Los señores de la guerra no respetan nada.
Ahora, cuando los gobiernos en turno se dicen de izquierda y hasta revolucionarios, nos venden como algo novedoso la creación de la Comisión para el Acceso a la Verdad, el Esclarecimiento Histórico y el Impulso a la Justicia de violaciones graves a los Derechos Humanos cometidas de 1965 a 1990.
Y los delitos de lesa humanidad, las graves y sistemáticas violaciones de Derechos Humanos de antes y después, ¿cuándo?. No se trata de crear solamente las comisiones, ya las hemos tenido, de lo que se trata es de poner en práctica mecanismos efectivos de alto a la impunidad y justicia, ya.
Se nos acaba el sexenio de la esperanza, y si con alguien que prometió no llegó lo prometido, qué será con aquellos que no prometen, con aquellos que desde hace rato están al servicio del gran capital transnacional, para los que, solamente somos importantes los pobres por nuestros votos.
Es un panorama muy desalentador, pero si Andrés Manuel López Obrador, en contra de su propio discurso y promesas, lejos de oponerse a la militarización la ha incentivado y legalizado, nada bueno se puede esperar de quienes no van contra Ejército Mexicano ni declarativamente.
Los casos de Rosendo Radilla Pacheco y Digna Ochoa y Plácido ilustran claramente el negro panorama que se vive en Guerrero respecto a la justicia transicional y el falso discurso de la 4T. Guerrero es punta de lanza del laboratorio político contra el movimiento social en México.
Hoy, seguimos necesitando de la unidad popular para salvar a las víctimas del crimen organizado, para salvarnos del capitalismo feroz que destruye todo a su paso y que se ha cobrado cientos de miles de vidas en nuestro país. Es urgente trabajar por un mundo mejor.
Recurrir a los más altos valores de la humanidad para que seamos capaces de lograr por los caídos, para sus familias, un mínimo de esperanza en la justicia; por una vida digna para los indígenas y campesinos. Para los más pobres de nuestro país, de nuestro planeta.
¡Justicia para Rocío Mesino, ya!
Desde un rincón del exilio,
Juan Sosa Maldonado
Defensor de Derechos Humanos