Una migrante hondureña y sus dos hijas que huyen de una sentencia de muerte de la Mara 18 en su país fueron perseguidas violentamente por agentes del INM en el Istmo de Tehuantepec. Una historia que podría ser común en el flujo de migrantes centroamericanos si no fuera por un dato: las presas de los agentes de migración son niñas de 6 y 10 años de edad.
Texto y fotos por Roselia Chaca
Ciudad Ixtepec, Oax.-La tierra sobre su rostro era lo que menos angustiaba a María de Jesús la noche del 29 de julio de 2016. Lo que más quería en ese momento era proteger a su hija Keren, de seis años de edad quien también bocabajo ahogaba el llanto.
Tiradas entre los arbustos espinosos en una llanura de la zona oriente del Istmo de Tehuantepec, en el sur de Oaxaca, mordían el polvo y el corazón les galopaba al máximo mientras sobre sus cabezas luces de lámparas las cazaban.
Al borde del colapso nervioso, María de Jesús Matute Canales lloraba, rezaba y maldecía, sobre todo eso, maldecía el momento en que la pandilla de la Mara 18 irrumpió en su hogar en Choloma, Honduras, para reclutar a sus dos hijos adolescentes.
Fue hace un año. Enviados del grupo criminal llegaron para advertir que Jackson de 17 años y Steven de 15 ya tenían la edad para realizar el rito de iniciación en la pandilla. Una, dos, tres veces insistieron por las “buenas” a los jóvenes y a la madre. Siempre se negaron.
De las palabras pasaron a la amenaza, primero con disparos al aire enfrente de su casa, y luego llegó la sentencia. “Vamos a matar a tus hijos y luego a toda tu familia. Será una masacre”, dijeron. María entendió a la primera. Con las pandillas de maras no se juega, asegura esta hondureña de 38 años, madre de seis hijos y abuela de tres niños.
Como pudo salió del país con Jackson, el mayor. Abandonó su trabajo en una maquila de ropa y escondió a Steven con su padre. A las pequeñas Keren y su hermana Katherine Galeas Matute, de diez años, las resguardó con su madre.
En junio cruzó la frontera sur de México, pero la suerte no la acompañó y fue detenida por el Instituto Nacional de Migración (INM) que deportó a la familia entera.
María volvió a Honduras para esconder a Jackson y emprender de nuevo el viaje con las dos menores, porque su vida también corría peligro. El 27 de julio volvió a cruzar la frontera con la esperanza de, ahora sí, llegar hasta Georgia, Estados Unidos donde la espera su hermana.
Con dos mil 500 pesos en la bolsa atravesó toda Guatemala hasta México. En Chiapas su pareja, el primo de éste y su esposa compraron dos motocicletas para ayudar a María de Jesús a cruzar Oaxaca y llegar hasta la frontera norte del país. La mujer y las dos niñas se acomodaron en los vehículos y siguieron el camino.
Pronto la mala suerte regresó. Al entrar a Oaxaca, en el camino entre Chahuites y San Pedro Tapanatepec policías municipales los detuvieron y para dejarlos seguir les arrebataron un teléfono móvil y todo el dinero que tenían.
Una hora después, cuando apenas salían del pueblo de Zanatepec tres hombres en bicicletas empezaron a dispararles hasta obligarlos a detenerse y asaltarlos, pero se asustaron con las luces de los tráileres de la carretera Panamericana y huyeron.
María de Jesús, su pareja y Keren siguieron adelante. Cruzaron sin problemas el módulo de revisión del INM y la policía federal en Niltepec pero la otra motocicleta que traía a su otra hija Katherine no corrió con la misma suerte. Agentes de migración los persiguieron hasta tirarlos de la moto y capturarlos.
Después fueron por el grupo donde viajaba María. Durante cuatro horas, entre las 11 de la noche y las 3 de la madrugada, la mujer, su pareja y la pequeña de seis años permanecieron escondidos entre las espinas hasta que los agentes del INM se dieron por vencidos y se retiraron.
Como pudo la pareja de María sacó la motocicleta de los arbustos manejó por las veredas del monte hasta llegar al refugio “Hermanos en el camino” de Ixtepec, donde la mujer pidió ayuda para recuperar a su hija, Katherine Galeas Matute.
Ahora, sentada en un parque de Ciudad Ixtepec después de luchar por cuatro días para recuperar a su hija denuncia que los agentes federales, durante la cacería, golpearon la motocicleta donde iba su hija hasta derribarla.
“Mi niña todavía trae los golpes de la caída en el pie. Le dispararon a la llanta de la moto, eso me cuenta mi niña pero ellos lo niegan. A mi hija la tuvieron en un cuarto con otras mujeres y le decían que la había abandonado, que la iban a regresar a su país sola, mi hija lloró durante dos días en el encierro hasta que la rescatamos”.
Hermanos en el Camino, fundado por el sacerdote Alejandro Solalinde Guerra, denunció ante la Comisión de Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) a la jefa del retén del INM en La Ventosa, Margarita Guadalupe Altamirano Charis, por violentar los derechos de Katherine.
José Alberto Donis Rodríguez, responsable del albergue, dice que pidió a la delegación del Instituto la entrega de la menor, pero la Altamirano amenazó con retener a la madre también.
“A la funcionaria le hablé del principio de unificación familiar, del bienestar supremo de la infancia contemplado en la Ley para la Protección de los Derechos de los niños y Adolescentes. Además le expliqué que la familia huía de la Mara pero nada fue suficiente. Le pregunté si María de Jesús podría ver a la niña y respondió que si lo intentaba sería detenida”, cuenta.
El activista pidió ayuda a la CNDH y luego acompañó a María de Jesús a denunciar los asaltos ante la Fiscalía de Atención al Migrante. Luego, el 2 de agosto la hondureña se presentó ante la subdelegación del INM en Salina Cruz para comenzar los trámites de refugio para ella y su familia por ser víctimas de violencia.
Después de cuatro días de trámites la niña Katherine volvió con su madre. La familia permanece en el albergue de Ixtepec a la espera de una del INM y la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados sobre su petición de quedarse en el país.
Mapa de asalto a migrantes en el Istmo
El albergue Hermanos en el Camino identifica ocho sitios donde los centroamericanos son asaltados en el en el Istmo de Tehuantepec.
Son ocho poblaciones donde grupos delictivos locales, policías municipales o los dos interceptan a los migrantes, les disparan, amenazan con lastimarlos con machetes o los golpean y secuestran.
Es fácil asaltarlos porque las víctimas son fácilmente identificables: casi todos caminan sobre las vías del tren.
El primer sitio de asaltos se encuentra en la frontera con Chiapas en las inmediaciones de la comunidad Los Corazones, agencia de Tapanatepec.
En la misma zona existen otros dos puntos de atraco: el lugar conocido como El Basurero (donde supuestamente el gobierno de Oaxaca desplegó una operación policíaca para prevenir los ataques) y El Escopetazo, los dos cercanos a Chahuites.
Los alrededores de Tapanatepec, Reforma de Pineda, Unión Hidalgo, Juchitán, Matías Romero y Chivela son los otros puntos altamente peligrosos para los migrantes en la ruta hacia el estado de Veracruz.
Pocos escapan. Las estadísticas de los albergues en Chahuites e Ixtepec señalan que 9 de cada 10 migrantes son asaltados. Son tantos y tan frecuentes las agresiones que la mayoría de las víctimas no presentan denuncias ante las autoridades. Siguen su camino, a la espera del siguiente abuso.