Miradas de reportero
Por Rogelio Hernández López
Una especie de debate abierto sigue creciendo entre periodistas de cómo recuperar la identidad de esta profesión ante dos fenómenos que le desdibujaron y afectan su credibilidad:
Por un lado, las definiciones jurídicas internacionales y nacionales que han generalizado la idea de que periodista es toda persona que difunde opinión, imágenes, u otra información en cualquier medio;
Por otro, la irrupción masiva en las redes sociales de comentarios, rumores, acusaciones sin pruebas, difamaciones e informaciones sin confirmar que insertan personas a las que, con demasiada y lastimable frecuencia, se les llama “periodistas sociales”.
Incluso ya se llegó al grado de que hay sitios web que se dicen de capacitación para los llamados “periodistas sociales” a quienes les ofrecen recetas de Cómo ser reportero en 20 pasos. (. http://es.wikihow.com/index.php?title=ser-reportero&action=edit)-Eso es engañar.
Estos fenómenos provocan que en esa especie de debate las y los periodistas más veteranos coincidan en lo necesarios que es recuperar la credibilidad para el periodista esencial, o sea para el informador profesional, el reportero.
UNA APORTACIÓN A ESE DEBATE
Al respecto me permito reproducir algunas reflexiones que hice para el libro Sólo para periodistas (Edit. Grijalbo).
Ser periodista en el siglo XXI implica contar con la formación que facilitan los estudios universitarios y ser profesional con reconocimiento y apoyo social en su más amplia acepción; lo que significa también ser –de pensamiento y hechos– más libre.
Y eso, de ninguna manera niega la necesidad de contar con las técnicas del oficio, al contrario estas se perfeccionan según las especializaciones en el ejercicio, porque sólo la práctica mejora a cualquier profesionista. Solo que ante estos requisitos no caben los empíricos de la vieja usanza.
El tránsito de oficio a profesión ya ocurrió internacionalmente. Y no ha sido por decisiones arbitrarias o voluntariosas, sino producto de la evolución en la educación superior, de las nuevas tecnologías y la permanente especialización de las actividades humanas a que induce la complejización sistemática de las sociedades occidentales.
Por todo ello, para ser periodista —también en México—, se debe cumplir con rasgos claros del profesionista. Esto es:
–Poseer conocimientos sólidos de su profesión y su entorno directo (saber pasado y presente, de las características y del ejercicio de su actividad y de su medio ambiente).
— Poseer cultura amplia (saber percibir e interpretar el contexto general para ubicarse en él oportuna y creativamente).
–Desarrollar actitudes y aptitudes adecuadas para ejercer su profesión (poder hacer con metodologías, técnicas y procedimientos más allá de los atributos “innatos” del antiguo oficio).
Estas referencias profesionales tienen que acompañarse –como mandato– de la actitud individual y gremial para defender una mínima deontología de responsabilidades profesionales como base de la credibilidad social que requiere toda profesión.
De este mínimo perfil profesional, el periodista no puede estar ajeno. Pero estas referencias arquetípicas –que no definición– no identifican específicamente las funciones del informador social, el periodista.
¿Cuál es la función del periodista en la producción social? ¿Cuál es su ubicación económica?, Más explícitamente ¿Cuál es su ubicación en el proceso productivo de la información en comunicación social?
Las respuestas pueden ser acaso las más ubicadoras de su papel en las sociedades mercantiles como la mexicana.
El económico, es un rol insoslayable. La definición mayor del sujeto que se dedica a esta actividad proviene de su relación con el objeto de trabajo (lo económico) y el efecto que su labor tiene para las sociedades (lo social).
Lo más definitorio es su vínculo con la información de interés público susceptible de ser noticia, explicación de hechos y que establezca la comunicación social.
Si la información, por derecho internacional aceptado por la mayoría de naciones, pertenece a la sociedad, entonces el periodista está obligado a hacerla circular libre y (sobre todo) responsablemente.
Esto es lo que determina su identidad profesional: la forma en que se ubique frente a esa información, del cómo la maneje y el sentido que le imponga. Eso define la esencia profesional del periodista.
La mayoría de quienes se desempeñan en el medio son trabajadores intelectuales, empleados mediante remuneraciones. Sin importar el puesto que ocupen, representan, en mayor o menor medida, un valor social de uso y un valor mercantil de cambio, según su formación y habilidades. Mas, sus remuneraciones en la mayoría de los casos no reflejan esos valores, sino que se cotizan casi estrictamente en un mercado que etiqueta su función como mercancía sujeta también a la ley de la oferta y a la demanda.
Las y los periodistas, en primera instancia, son trabajadores intelectuales, que al transformar en noticia lo que oyen, ven u observan de la realidad –en cualquiera de sus fases y formas–, están agregándole a la información una calidad que no había.
Entonces, esa nueva calidad que el periodista aporta de los hechos genera dos tipos de valores: uno indirecto y social que se traduce en comunicación masiva y en conocimiento colectivo para la formación de opinión pública. Valor que mientras más trascendente sea, mayor poder de negociación conferirá a los propietarios y responsables de los medios.
El otro valor que agrega el trabajo periodístico es más directo e inmediato, el que reditúa en ganancias económicas directas. Es decir, al convertir hechos de interés público en noticias produce materia prima de mercancías cuantificables, productos que atraen públicos, que se venden directamente, según el medio y su credibilidad especialmente en la neocultura mercantilista de los rating.
Los periodistas, o sea los reporteros son trabajadores profesionales (independientemente de la calidad de su formación y desempeño individuales) con funciones sociales que otros no tienen y por ende su alta responsabilidad con la sociedad.
Las y los reporteros son la piedra angular de la poderosa industria de la noticia que, no obstante esa categoría, también están sujetos a las leyes de la oferta y la demanda de empleados calificados, en un ambiente social donde los medios son protegidos como propiedad privada y como instrumentos para generar ganancias, fomentar las relaciones políticas, el ejercicio pacífico del poder y el estímulo de las ideas predominantes.
Otro lugar social tendrían los periodistas si se caracterizara legalmente, como de interés público, a los medios y a los mismos periodistas porque entonces la información noticiosa demeritaría como mera mercancía para adquirir en mayor medida el otro valor, el de un conocimiento de utilidad social. Entonces quizá los profesionales de esta actividad serían recompensados con más justeza. Pero ese es otro asunto para analizar por separado.
Hasta aquí podemos concluir que el periodista entonces es un ser económico con una fuerte carga de responsabilidad social; que sus funciones y labores requieren de conocimientos, formación y aptitudes suficientes –más allá del mero oficio– para captar fragmentos de la realidad que sean de interés público, interpretarlos y convertirlos, con o veracidad o verosimilitud, oportunidad y justeza en información noticiosa, en noticias o materiales periodísticos.
Recapitulando, los conocimientos, habilidades y aptitudes pioneras del antiguo oficio se han especializado para convertirlo en una profesión que requiere de cultura general, herramientas teóricas y técnicas suficientes para ubicar, investigar, captar, procesar, jerarquizar, analizar, presentar y divulgar la información del interés de la sociedad, pero oportuna y éticamente.
Hasta allí la citas del libro, que quizá coadyuve a probar que los periodistas profesionales, los reporteros no se improvisan y que los improvisados no pueden ser reporteros, aunque se digan periodistas.
Nota.- Las referencias son del capítulo: Definiciones del libro Sólo para periodistas (Edit. Grijalbo. 1999).