Miradas de reportero
Por Rogelio Hernández López
Quizá alguien sepa cómo nombrar esa sensación que comenzó a hacerse colectiva entre periodistas, el sábado 25 de marzo. Otra vez llegamos a la base del Ángel de la independencia los más irritados por el tercer crimen contra colegas en menos de un mes. También nos movió el temor porque los violentos cada vez más eligen reporteros de los medios notables para mostrar su poder y saben que nadie los perseguirá. Nos citamos a las 16:00 horas; algunos ilusionamos que ahora sí, ante el asesinato número 33 de la era Peña Nieto, se sumarían miles de personas a la protesta y que este presidente ya reaccionaría como no lo ha hecho en cuatro años. Pero, a las 17:00 apenas ocupábamos la escalinata oriente del monumento, no más de 300. “Estamos solos”, se concluía en los pequeños círculos. Y entonces se entreveraron esos tres sentimientos: enojo, miedo y soledad. ¿Cómo le llamamos a eso?
Sin apoyo social
Por esa sensación extraña, entre los más veteranos intercambiamos imágenes de otros países donde los trabajadores de la información no han acumulado tantos agravios por 17 años continuos (unos 200 por mes) y que al ocurrir un ataque violento salen a la calle y masivamente sus organizaciones gremiales, las sociales, los partidos, los políticos, los sindicatos, los campesinos, los ciudadanos con otro nivel de conciencia de que la prensa y los periodistas son la garantía de que circulará la información necesaria para los consensos o arreglos democráticos o para defenderse del terrorismo; como ocurrió en Francia hace un año y pico cuando se atentó contra un medio chacotero y mordaz como Charlie Hebdo que sacó a la calle los primeros días a unas 700 mil personas que así protestaron en todos los territorios de una nación con la mitad de habitantes de México. A nosotros, ese sábado nos acompañaron algunas personas solidarias, las que saben lo que es el miedo.
Débil espíritu de cuerpo
Esta vez, como el 11 de septiembre de 2011, los periodistas y organizaciones profesionales que reaccionaron de inmediato al crimen de la colega, corresponsal de la Jornada en Chihuahua, Miroslava Breach, acordaron convocar a la protesta en forma unitaria sin condiciones, sin poner por delante mantas o siglas. Solo lo hicimos por redes sociales y resultó un poco. La del 2011 ha sido la única concentración que ha logrado la presencia de más de 500. Se avanzó en algo por un naciente espíritu de cuerpo. Pero en realidad fue escasa la asistencia de colegas de los cientos que aquí residen, tan escasa como fue la asistencia en las otras 12 ciudades donde otros pocos reaccionaron por este tercer crimen de marzo, pero no lo hicimos antes Cecilio Pineda de Guerrero y Ricardo Monlui en Veracruz.
De los directivos de los medios, apenas vimos a uno que otro, especialmente de los periódicos digitales que son acosados con hackeos o amenazas. Algunas reporteras recriminaban que deberían expresarse en ese lugar o en otras formas o instancias los propietarios y todos los directivos de prensa, radio, televisión y periódicos digitales. “Los reporteros somos su base piramidal…estamos juntos en las buenas, pero nos dejan solos cuando hay riesgos o agravios”.
Es que, ni esa atmósfera de agresiones contra el periodismo, que ya tiene dos décadas, ha podido hacer que los periodistas activos del país (quizá unos 40 mil) nos identifiquemos como iguales ante los riesgos, ante las vulnerabilidades compartidas; que hagamos acciones unitarias, no sólo en protestas, sino en los construcción de mejores estándares profesionales y éticos para contrarrestar el desprestigio o aquellas percepciones que nos aíslan porque minan la credibilidad y la aceptación social de los trabajadores de la información y a todos los medios. Quienes sí tienen espíritu de cuerpo son los políticos que se cuidan, se protegen, se activan cuando creen perder prebendas; lo tienen los policías, los soldados, los marinos, cuando sufren agresiones de terceros y hasta los grupos delincuenciales que protegen a sus más iguales cuando aducen que eso es cuidar sus plazas.
Débil práctica institucional
En los años recientes, por presión mayoritaria de organismos internacionales, de unas cuantas organizaciones de periodistas (entre más de 400 que existen) y el apoyo de muy pocos políticos sensibles, se ha podido crear un relativo andamiaje legal de protección de protección a periodistas y algunas instituciones federales que, serían suficientes para prevenir agresiones, contrarrestar amenazas, perseguir y castigar a quienes delinquen. Pero no lo son por distintas oquedades que padecen. Veamos:
La ausencia de cuatro años y meses de una definición estratégica presidencial, expresada pública y enérgicamente, deriva en insensibilidad y desatención del tema de todas las instancias del gobierno federal y no hay efecto de seguimiento o espejo en los gobiernos estatales, que se restringen a meras declaraciones. En Los Pinos, ni siquiera han propuesto un solo día para reconocer el periodismo. Lo más que hemos visto son twitter presidenciales felicitando por el 4 de enero, sin que exista un decreto que establezca esa fecha como oficial y nacional. Nadie allí tiene sensibilidad en el periodismo como actividad del interés público.
El Mecanismo de protección en la Segob, que medio opera, ya resiente la disminución del fondo de protección que no tuvo incremento en 2017 por los recortes de la crisis financiera federal. Por eso se paralizaron los planes de prevención y de alianzas con organizaciones de periodistas para aplicar protocolos de autodefensa en las zonas más peligrosas de trabajo. Ahí hay ahora quien pueda aplicarlos pero les falta al respaldo presidencial.
De la fiscalía especial de la PGR, que se esperaba hiciera detenciones, consignaciones y abatiera la impunidad de los agravios o al menos de los crímenes, solo puede repetirse lo que asegura la Comisión Nacional de los Derechos Humanos que el índice de impunidad oscila entre el 95 y el 97 por ciento. La FEADLE que estuvo bien diseñada de origen, en la práctica no ha mostrado un estándar aceptable de eficacia, además su titular más reciente ya comenzó a deshacerse de sus casos no resueltos devolviéndolos a los estados, incluso los más peligrosos como Veracruz, Oaxaca, Guerrero y Tamaulipas. Después informará que tiene menos asuntos. O Sea no es útil como fiscal.
Aparte de eso y algunas pequeñas similitudes en pocas entidades, no existe oficialmente un o programa nacional de políticas públicas que ayude en los hechos a que los periodistas reduzcan sus vulnerabilidades, que es el problema estructural de México.
Por todo eso se puede decir a las y los colegas preocupados por la carencia de fortalezas y apoyo social a los periodistas, que sí, si estamos solos frente al crimen y parece que estamos condenados a seguir haciendo periodismo en estas condiciones.