Refugios para periodistas. Qué tristeza

Miradas de reportero

Por Rogelio Hernández López

De veras, me invadió la tristeza al mirar la fotografía donde Miguel Ángel Mancera entregaba la llave de una casa refugio en la Ciudad de México para periodistas en riesgo de otras entidades.

Ese momento debía darme gusto porque el refugio es una necesidad ingente y una demanda que hizo la Casa de los Derechos de Periodistas (CDP) desde 2010 y que por fin, esa mañana del 7 de junio, comenzó a materializarse. Me explico.

Tras esa imagen y la noticia –bastante difundida por los Enlaces de la CDP– muchos periodistas reaccionaron de distintas maneras: la mayoría dio muestras de aquiescencia o gusto sincero, hubo también expresiones de escepticismo o curiosidad.

E igualmente desde el mismo día, casi de inmediato, aparecieron cuatro casos de colegas mujeres y hombres de Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Veracruz que necesitan ese refugio y más protección. Ese es el gran tema.

Creo, como las y los asociados de la CDP que no debería haber necesidad de que ningún periodista tenga que huir, con miedo, para proteger su vida y su integridad emocional.

Eso lo hemos visto en 24 colegas que se han desplazado a la capital del país de sus lugares de trabajo de Michoacán, Durango, la Huasteca, Veracruz, Tamaulipas, Guerrero… Hemos testificado como se han truncado varios senderos de vida, lazos amistosos y a veces hasta los familiares. La mayoría, por más apoyo que reciban quedarán con severos desequilibrios emocionales.

Hemos insistido por años en que son demasiadas mujeres y hombres que ejercen labores de periodistas en situación de alta vulnerabilidad y que, en contraparte, las entidades de protección gubernamental (que ha logrado un todavía debil movimiento de periodistas mexicanos y organismos internacionales solidarios) no funcionan proporcionalmente a los altos niveles de violencia, de amenazas, de agravios, de vidas quebradas en vida.

LO TÉTRICO

Por ejemplo, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos apenas está asumiendo la función que debió realizar desde el año 2000 cuando comenzó este tétrico ciclo. El 8 de febrero de este año su Consejo Consultivo emitió su Recomendación General 24 donde recapitula que, en lo general, no se atienden sus dictámenes para proteger derechos de los periodistas y que la situación de estos ha empeorado paulatinamente.

El 7 de junio ofreció sus datos más actualizados:

“México (es) en uno de los países con más número de agresiones”;

“…en lo que va de 2016, siete periodistas han sido asesinados en el país”;

“Ya suman 114 los asesinatos contra periodistas desde el año 2000”;

“Además 20 están desaparecidos desde 2005”;

“Se ha atentado contra 49 medios de comunicación desde 2006”.

Autoridades, fuerzas de seguridad, poderes fácticos y el crimen organizado, en ese orden, son los agresores de periodistas y medios y no son castigados. Con esta afirmación coincidimos todos los que llevamos registros. Y también que la impunidad es el flagelo adicional.

Las agresiones, de acuerdo a los registros de la CDP y de Artículo 19 siguen creciendo, con un promedio anual de 340 desde 2012.

“El índice de impunidad que persiste en las agresiones contra el gremio es del 90 por ciento”, concluye la CNDH.

Todo esto debiera aterrar a los responsables de brindar seguridad y en especial a los responsables de las instancias de protección al ejercicio del periodismo y la libertad de expresión. Pero, otro ejemplo: no hemos escuchado nunca al Presidente Enrique Peña Nieto pronunciarse pública y explícitamente contra esta horrenda situación.

Frente a eso, una reacción defensiva en el gremio del periodismo ha sido crear organizaciones para la autoprotección y la denuncia. Una de estos organismos civiles es la CDP que nació desde 2010 con el objetivo de impulsar la autoprotección, reducir vulnerabilidades de las y los periodistas, lograr uno o varios programas oficiales de prevención, leyes, fiscalías especializadas, aumento de fortalezas profesionales y laborales, todo ello dentro de una estrategia de protección integral. La demanda más concreta ha sido crear un primer refugio en la Ciudad de México, de los muchos que se necesitan en el país.

Frente a todo eso, un refugio es apenas una vaso de agua para todo el mar de apoyos que se necesitan. Y la CDP es una modesta instancia de socorro y acompañamiento. Losa periodistas necesitan más instrumentos cómo este.

EL REFUGIO

En los próximos días la Asamblea de Asociados de la CDP afinará sus protocolos de protección cautelar para atender periodistas en alto riesgo, de protección correctiva y de protección preventiva. Seguramente propondrá al gobierno de la Ciudad de México un convenio — adicional al que ya tiene firmado– para garantizar los cercos de seguridad, el mantenimiento, los víveres, los apoyos psicológicos y los médicos de emergencia y el seguro del desempleo; tendremos que convenir en los protocolos de evaluación del nivel de riesgo, en un reglamento común de estancia y permanencia en el refugio de las y los colegas que realmente lo necesiten.

Hay que subrayar que los civiles no tenemos obligación de proporcionar seguridad, eso es

obligación de las instancias del Estado. Lo que si podemos hacer, como lo hemos hecho desde hace cinco años, es encontrar y brindar la solidaridad con nuestros colegas para enlazarnos y protegernos mutuamente. Y si para eso encontramos apoyos de servidores públicos como los del gobierno de la Ciudad de México, el resultado será mejor. Sin embargo, faltará mucho más, leyes y medidas de protección integral en todo México.

Mientras se necesitarán muchos refugios, pero no podremos eludir la tristeza de tenerlos.

Exterior entrada Casa Refugio Subterráneo
Exterior entrada Casa Refugio Subterráneo

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