74 años después de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la Organización de la Naciones Unidas (ONU), debería reconocer que su gestión buscando la paz ha sido siempre un fracaso. Pero puede ser que fracasar sea parte de su encargo.
El problema no es que vivamos en un mundo donde la ambición por obtener cada vez mayores ganancias de la guerra nos arrastre al final de la especie humana, el problema es que son millones de personas las que ni siquiera se enteran.
Como siempre, son los que tienen el poder económico quienes se hacen con el poder político y determinan el destino de la humanidad. Aunque el final sea catastrófico, no les preocupa, creen que pueden encontrar la fórmula de no perecer en esa catástrofe.
La ambición por la dominación mundial no es nueva, podemos recordar el imperio romano o el imperio español. La dominación a través de la guerra y el sometimiento, el saqueo y la esclavitud de los pueblos conquistados. Política y religión a sangre y fuego.
Miles de millones de hombres y mujeres explotados y humillados. Millones de hombres y mujeres muertos por bala, bombas, misiles, hambre, sed, frío o deshidratación. Ahogados en el mar Mediterráneo, en las vallas fronterizas, en el desierto, ríos o fronteras naturales.
Normalizar la violencia, la violación permanente de los Derechos Humanos. Negar los derechos a una vida digna, a la alimentación, a la salud, a la educación y a la cultura es parte de la larga guerra de dominación de quienes detentan el poder político y económico.
La imposición de unos cuantos sobre millones de seres humanos que poblamos la tierra, un planeta Tierra que aún tiene recursos suficientes para brindarnos una vida de calidad, donde el amor y la calidez humana sean parte fundamental de la relación y la convivencia.
No se trata de expresar solamente, cada vez que nos acordamos, nuestros deseos de amor y paz. Se trata de trabajar incansable y permanentemente por el respeto a los derechos fundamentales de toda la humanidad, por el equilibrio ecológico, educación y cultura de paz.
Porque los humanos valgamos más que las mercancías, porque la felicidad la encontremos en nosotros mismos y no en las posesiones materiales. Que la exigencia de respeto de nuestros derechos se materialice en reconocimiento y respeto de los derechos de los demás.
Que este pequeño planeta sobreviva a la ambición y a la guerra, a la destrucción y a la muerte. Que seamos capaces de construir y no destruir. Que seamos capaces de amarnos y de amar, en suma…
Amor y paz
Desde un rincón del exilio,
Juan Sosa Maldonado
Defensor de Derechos Humanos