Metztli Beltrán
Inspirado desde el encierro de las frías paredes del Centro Federal de Readaptación Social (CEFERESO) Número Dos “Occidente” en Puente Grande, Jalisco, y a manera de escape, el periodista y escritor mexicano, Jesús J. Lemus Barajas, inició la crónica escrita sobre la recreación de los hechos suscitados en el año de 1963 en la “Nueva Jerusalén”, comunidad enclavada en Turicato, Michoacán, donde después de haber realizado 172 entrevistas, depuró diálogos de cerca de 165, lo que le permitió concluir la producción literaria titulada “Cara del Diablo. La historia de la Nueva Jerusalén y el hombre que quiso ser Dios”, editada y publicada en el año 2014.
En tanto, el también autor del libro “Los Malditos”, explicó que “En un México del abandono, fanatismo y pobreza, sin dejarse apasionar, la historia parece no ser realidad y se tiene que sujetar a una narración periodística para entregarle a la gente una historia lo más apegada a la realidad”, debido a que explicó que la Nueva Jerusalén fue fundada por el padre Nabor Cárdenas Mejorada, un lugar que es claro ejemplo de la manipulación de masas a cambio de su salvación divina.
De visita a la entidad, desde la Biblioteca Pública Central de Oaxaca “Margarita Maza de Juárez”, Lemus Barajas, admitió que las páginas relatan una sociedad donde no hay más que aspirar, debido a que la gente vive en un abandono y sin mínimos indispensables en casa, además de estar excluidos de toda comunicación, sin internet, libros, diarios o cualquier medio de comunicación que mantengan informados a los habitantes y les permita pensar ciertas ideas.
La religión es “una esperanza de vida”, ante la marginación que los tres niveles de gobierno han sabido delegar para las 200 hectáreas de terreno, considerado como sagrado, debido a su condición de ser una área de privilegios, es decir, un paraíso para los fieles seguidores de la palabra de “Cara del Diablo”, donde los santos, Dios y su hijo Jesucristo bajarán del cielo a dialogar solo con los que se apeguen a las creencias, aseguró.
“Eso pasa en Michoacán, los pueblos más pobres son los más religioso por su propia condición”, finalizó.