México se encuentra envuelto en un clima electoral en el que los gobiernos federal y estatales ponen el máximo empeño en demostrar, por vía declarativa, que son de lo mejor. Hablan del futuro como el próximo paraíso.
Por su parte, quienes con todo tipo de mañas sacaron boleto a puestos de elección popular, posan y se desgañitan ofreciéndose como mejores que sus contrincantes. Desde hace décadas a este mitote se le conoce como circo electoral. La partidocracia eso es, un circo electoral.
Esta desgracia al pueblo de México nos viene de muy lejos. Desde la época de la Colonia, quienes pretendían entrar o escalar puestos al servicio de la Corona tenían que echar mano de toda suerte de compadrazgos, compra de indulgencias o lo que fuera necesario para acceder al poder.
La larga dictadura de Porfirio Díaz no dejaba opciones a la oposición política, basta recordar a los hermanos Flores Magón para imaginar el clima de persecución que vivía el pueblo pobre de México. El tiempo no perdona, un día decidió que era demasiado viejo para mantenerse en el poder.
Fue uno de los factores que desencadenó la Revolución Mexicana con los resultados tan poco conocidos y menos recordados: los viejos generales que combatieron al pueblo y asesinaron a los líderes revolucionarios se quedaron en el poder, corría, hace un siglo, la década de los años 20.
Fundaron entonces lo que en nuestros días conocemos como Partido Revolucionario Institucional, el viejo y sanguinario PRI que se sigue ofreciendo como la mejor opción de gobierno, discurso que no pocos incautos se creen. Han trabajado lo suficiente para mantener la ignorancia.
Su viejo compañero de tropelías, el Partido Acción Nacional, PAN, tuvo dos sexenios para demostrar todo de lo que es capaz la vieja y rancia derecha mexicana. Hay por ahí lidercillos que se montaron en el discurso del voto útil del foxismo, para favorecer sus personalísimos proyectos.
Del Partido de la Revolución Democrática, PRD, ya no se recuerda el origen de su formación sino la negra cueva de corrupción y traiciones en la que se ha convertido. El viejo partido de los líderes que ganan perdiendo y venden sus votos al mejor postor. Poco cambian los hombres con el tiempo.
El viejo y desacreditado sistema electoral, sus operadores, sobre todo los que siguen ganando con el discurso de la democracia, ante la decadencia y desgaste del priismo que recuperó la presidencia de la República en 2012 no tuvieron más remedio que aceptar, por fin, el arribo de AMLO.
Con MORENA y López Obrador en el casi poder nos han cambiado la superficie, las profundidades de la vieja dictadura de estado o lo que es lo mismo, el estado de dictadura, una dura dictadura militar parapetada en gobiernos civiles, sigue ahí. El dinosaurio sigue ahí.
Lo peor es que no hemos despertado de la pesadilla pero el dinosaurio sigue aquí. Después de una legislatura y casi tres años de gobierno siguen operando los viejos grupos paramilitares y del crimen organizado. Los traficantes de personas saben que si hay trato, hay trata. Y hay trato.
Hay trato con Murat del viejo caciquismo en Oaxaca donde los cárteles de la droga, los tratantes de personas, los grupos paramilitares como el que encabeza Oscar Valencia García en la Región Loxicha desde hace mucho tiempo, siguen operando abierta y descaradamente.
La cabalgante impunidad en el sexenio de Murat es el origen de tanta muerte, enfrentamientos y feminicidios. Sin despeinarse, con la complicidad del gobierno federal encabezado por López Obrador, Alejandro Murat está siendo peor gobernante que los represores Ulises Ruiz y Gabino Cué.
¡Alto a la impunidad!
Desde un rincón del exilio,
Juan Sosa Maldonado
Defensor de Derechos Humanos