A los pobres, a los enemigos políticos quienes tienen poder y dinero les llaman muertos de hambre para burlarse de ellos. Sin embargo, el hambre es una cruel realidad en el mundo que acaba con millones de seres humanos, son muertos de hambre.
El 19 domingo de junio de 2016 se cometió en Nochixtlán, Oaxaca, uno de los peores crímenes del sexenio de Gabino Cué, el diodorista represor que llegó al poder impulsado por Andrés Manuel López Obrador. Como hombre de izquierda y progresista lo definían algunos líderes sociales.
Había llegado al poder a finales del año 2010 relevando al también represor Ulises Ruiz Ortiz. Ambos gozan de un grueso manto de impunidad que los protege ante las incansables exigencias de justicia de las víctimas, sus familias y ciudadanos que esperan un cambio verdadero.
Alejandro Murat Hinojosa, el mexiquense heredero del poder en Oaxaca que se atiborró de burócratas originarios también del Estado de México, dejando del mismo modo una estela de sangre y muerte está a punto de abandonar el cómodo puesto de capataz que pagan los oaxaqueños.
Para esos hombrecillos del poder, para los administradores de los capitalistas nacionales y extranjeros, somos los muertos de hambre que lo mismo morimos por enfermedades curables, desnutrición o de manera violenta a manos de pistoleros o narcoparamilitares.
Para ellos nuestra vida, nuestra libertad y dignidad no cuentan, es Oaxaca un territorio a explotar y saquear, sea directamente los recursos naturales, sobre todo oro y plata; los recursos destinados o adquiridos endeudando al Estado y la mano de obra de hombres y mujeres pobres.
Desde hace décadas se nos ha hecho creer que las elecciones resolverán la miseria de millones de mexicanos, sin embargo, desde el año 2000, con la llegada del Partido Acción Nacional al poder, solamente hemos observado una servil alternancia y no transición democrática.
Siguieron siendo gobiernos represores, corruptos y criminales que han llenado de luto y dolor millares de hogares mexicanos. Lo peor fue el retorno brutal del Partido Revolucionario Institucional al poder en el año 2012 con nefastos personajes encabezados por Enrique Peña Nieto.
Con el triunfo del Movimiento de Regeneración Nacional en el año 2018, aplastante votación que llevó a Palacio Nacional a Andrés Manuel López Obrador, cualquiera pensaría que la la situación cambiaría. Que aprovecharía el invaluable bono democrático a favor de la población.
Más simulaciones y mentiras, palabras y compromisos de campaña traicionados. Más poder constitucional al Ejército Mexicano, que se había prometido devolver a los cuarteles, con la creación de la Guardia Nacional, encargo de las grandes obras del sexenio, prebendas y concesiones.
Otra vez la Presidencia Imperial, la maquinaria de Estado, la gran aplanadora partidista que acapara todos los puestos políticos y concede impunidad y puestos clave en el gobierno de la no República a los viejos y corruptos cuadros priistas, a sus descendientes y/o amigos.
No, no es una transición democrática en verdadero beneficio del pueblo, es una alternancia política que sigue beneficiando a los grandes empresarios nacionales y extranjeros mientras reparte migajas a la empobrecida población que no lo ve como derechos sino como graciosas ayudas.
Los políticos que se dicen de izquierda solamente imitan las formas y los modos de vida de los grupos políticos y personajes que han desplazado aunque se han cansado de decirnos que son diferentes, sin embargo, sus perros viven mejor que millones de mexicanos muertos de hambre.
¡Justicia y libertad, ya!
Desde un rincón del exilio,
Juan Sosa Maldonado
Defensor de Derechos Humanos