Después de mi madre, son muchas mujeres las que han tenido singular importancia en mi vida, mi abuela materna fue una mujer incansable que hasta los últimos días de su vida tuvo una especial preocupación por nosotros, sus nietas y sus nietos. Fue imposible despedirnos.
Me despedí sí de mi bisabuela paterna hace muchos años porque tanto ella como yo sabíamos que ella pronto iba a morir y que había que dejar cada cosa en su lugar. Su padre murió ahorcado por fuerzas federales y su madre pasó mucho tiempo presa del sistema, fue presa política.
Era el viejo patriarcado y machismo que se ensañaba con los más pobres, con los más débiles. Más de un siglo después pocas cosas han cambiado en la política de un país que arrastra un viejo pasado colonial muy presente en nuestros días donde ellas enfrentan explotación y sufrimiento.
La culpa es de Eva nos dirían los mentirosos curas y pregoneros del Vaticano, del mismo modo que los políticos le echan la culpa a Malinche de sus propias traiciones hacia las poblaciones indígenas, indígenas que enfrentan al invasor y sus aliados desde hace ya más de 500 años.
Muy poco aparentan saber de ciencia y de historia, si no, nos dirían que Eva era negra como negros eran nuestros antepasados, no solamente los que fueron esclavizados y traídos por la fuerza a América, sino también los que salieron de África para poblar el planeta Tierra.
Al final de cuentas las mujeres terminan salvándonos, porque nos traen al mundo y nos cuidan para crecer y vivir, porque nos buscan y cobijan cuando somos perseguidos, desaparecidos, encarcelados, lanzados al exilio o porque les toca decir el último adiós cuando morimos.
Esa vieja historia de machismo y opresión la he visto padecer a mis hermanas, a las compañeras, a las mujeres enganchadas por el crimen organizado, al final de cuentas, a todas las mujeres explotadas por el sistema capitalista en todo el mundo donde son consideradas un botín de guerra.
Sí, una guerra del capital contra la humanidad, humanidad representada por el elemento más tierno y amoroso capaz de soportar las adversidades, sobreponerse a todas ellas. Ellas, nuestras madres, compañeras lo saben bien: unos trabajan de trueno y es para otros la llovida.
Pero no, no todo está perdido, tenemos que sobreponernos, trabajar para que las generaciones presentes y venideras vivan una vida mejor, tengan un mundo mejor. Complicada situación en la que se invisibiliza nuestro trabajo o no se le llama trabajo y lo que hacemos es insignificante.
Insignificante ante todo el cúmulo de necesidades que se nos presentan y los grandes retos que enfrenta la humanidad en materia de Derechos Humanos, defensa de derechos elementales como la vida y la libertad, el derecho a vivir en paz, pero sobre todo, necesidad de felicidad.
Por eso es urgente e imprescindible educar en la cultura del respeto a los Derechos Humanos, para que seamos capaces de enfrentar, entre todos, ese machismo avasallador que lastima a nuestra sociedad y caminemos hacia una sociedad con una humanidad más libre y justa.
Donde nuestros hermanos no sean asesinados impunemente en nuestro Estado, mientras el gobernador, Alejandro Murat, satisface sus ambiciones políticas y económicas. Estado donde la salud y la educación sufren severos retrasos y, el país padece el saqueo y la guerra de exterminio.
¡El machismo mata!
Desde un rincón del exilio,
Juan Sosa Maldonado
Defensor de Derechos Humanos