Oaxaca y el capitalismo salvaje

Oaxaca vive el preludio electoral de una derrota anunciada. El histórico dinosaurio represor priista se transforma frente a nuestros ojos en este permanente gatopardismo político que nos condena a observar cómo ellos cambian para que nada cambie.

Los caciques de horca y cuchillo, quienes tienen el control de la economía y la política estatal han hecho buenos negocios, no solamente con el administrador que dirige los destinos de millones de mexicanos desde Palacio Nacional sino, también con los amos del norte.

Es grito a voces el interés que hace más de un siglo tienen por el Istmo de Tehuantepec, no sólo para facilitar la explotación de amplias zonas regionales sino para favorecer el trasiego de millones de toneladas de mercancías para seguir alimentando el capitalismo voraz.

La administración norteamericana ha trasladado de facto su frontera a la frontera sur de México y, en cuanto al control de migración ha decidido que el mejor punto para hacerlo es el Istmo de Tehuantepec. De los políticos locales, regionales y nacionales ya se han encargado.

Es tan largo el historial de corrupción del Partido Revolucionario Institucional, de José Murat Casab y camarilla que , cual viejos negociadores en la política nacional, han negociado impunidad y altos cargos políticos para entregar la plaza al nuevo partido en el poder, a la alternancia.

No habrá cambios sustanciales, como en toda alternancia, se quitan unos para ponerse otros: el viejo y disminuido partido de estado pasa a ser oposición mientras han colocado sus cuadros en posiciones de poder o económicos, les han ofrecido embajadas y puestos públicos.

La maquinaria de la partidocracia sigue funcionando, el viejo presidencialismo disfrazado de izquierda, hasta se toma el atrevimiento de defender al neoliberalismo, mientras, las masacres, la desaparición de personas, el tráfico ilegal de armas, droga y seres humanos sigue.

Esta guerra global contra los pobres, para seguir explotando los recursos materiales y humanos, para seguir vendiendo productos y servicios que aunque no son de primera necesidad se nos venden como tales mientras se abandona el campo y el mundo padece hambruna, sigue.

Todavía resuenan las noticias aterradoras de la última masacre en Texas y los políticos en todo el mundo se esmeran en representar el papel que este capitalismo salvaje que nos aniquila les ha asignado. Los fabricantes de armas ganan, los pobres mueren por miles.

Como en las viejas pequeñas aldeas del comunismo primitivo, todos deberíamos disfrutar de los bienes que nos brinda la naturaleza para ser felices. Pero en esta aldea global que se dice civilizada, a los administradores en turno no les interesa porque sirven a los caciques, a sus amos.

Los amos del mundo, quienes controlan la política y la economía han decidido desde hace mucho tiempo, que su vida de dioses está muy por encima de la vida y la dignidad de los seres humanos en el mundo. Para no sentir remordimientos han decidido que somos subhumanos.

Para quienes amasan enormes fortunas con el dolor y el sufrimiento, con la muerte de miles, de millones de pobres en el mundo no existen cargos de conciencia porque no la tienen. Por tanto, esperar a que cambien es una utopía, un sueño. Quienes debemos cambiar somos nosotros.

Conocer, saber que tenemos derecho a una vida digna y de calidad. No hay que cansarse de repetirlo, debemos luchar por nuestra felicidad, por vivir y morir dignamente, tener una vida de la más alta calidad y calidez humana. Derecho a vivir en un planeta sin calentamiento global.

¡Alto al capitalismo salvaje!

Desde un rincón del exilio,

Juan Sosa Maldonado

Defensor de Derechos Humanos

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