El fin de la guerra fría entre Cuba y Estados Unidos provocó una inesperada carambola en Centroamérica y México: la salida de miles de cubanos que quieren aprovechar un privilegio de varias décadas, para obtener la residencia estadunidense tan sólo con pisar el suelo de ese país. La certeza de que esta política termine provocó una oleada de cubanos que se mueven desde Ecuador hasta la frontera norte de México. Un flujo humano que ya empieza a causar problemas en la región
Por Martha Pskowski / Fotos Encarni Pindado
“Cualquier cubano, yo incluido, es como una olla a presión de sentimientos”, declara Jeyns Peña Leyva de 32 años, cuando recuerda la razón por la cual decidió emigrar a Estados Unidos: “Esperanza, orgullo, felicidad, patriotismo, necesidad, desesperación”, dice.
Peña Leyva, anteriormente productor de televisión en la Habana, ahora vive en Las Vegas. Forma parte del creciente número de cubanos quienes, este año, se arriesgaron a ir a Estados Unidos sin contar con una visa, con la esperanza de calificar dentro del programa “Wet feet, Dry Feet” o “Pies mojados, pies secos”. Desde Panamá cruzó cinco países para llegar a la frontera de Estados Unidos en abril.
La historia empezó el 17 de diciembre de 2014, cuando el anuncio de que Estados Unidos y Cuba reanudarían sus relaciones diplomáticas abrió las compuertas a la migración indocumentada de cubanos. Este nuevo acercamiento ha creado preocupación en la isla, donde temen que el programa de los pies mojados que señala clausula del programa Cuban Adjustment Act (CAA), cambie.
Esta cláusula permite a los cubanos que lleguen a territorio estadunidense intentar conseguir la ciudadanía. La única condición es que pisen tierra, pues quienes son atrapados en el mar –incluso dentro de aguas territoriales- son deportados.
El Secretario de Estado John Kerry asegura que la CAA no está siendo reevaluada. Pero al mismo tiempo el ala derechista del Congreso, especialmente el lobby cubano-americano, impulsan enmiendas para cancelar el acuerdo.
La peligrosa apuesta de llegar a Florida en bote ha forzado a cada vez más isleños intentar el viaje a través de México. Siete de cada diez cubanos que llegan a Estados Unidos, han pasado por México y tratan de ingresar por Texas.
Pero el viaje empieza lejos, en Ecuador, que no solicita visa a los cubanos, y de allí emprenden camino al norte por Colombia, Centroamérica y México, país donde las detenciones de estos migrantes se han triplicado en los últimos meses.
La ciudad más cubana de Chiapas
Eso se nota especialmente en Tapachula, a donde a veces llegan cientos de isleños por día. En octubre pasado, por ejemplo, más de 1.500 permanecían varados en la ciudad, a la espera de ser detenidos por el Instituto Nacional de Migración (INM).
Luego son encerrados en la estación migratoria donde tras dos o tres días de espera pueden obtener un oficio de salida, documento que les permite abandonar el país antes de 30 días sin el riesgo de ser deportados.
Un paso esencial para quienes huyeron de la isla caribeña. No se sabe aún qué resultó del encuentro del presidente de Cuba, Raúl Castro, con el mandatario mexicano Enrique Peña Nieto, el pasado 6 de noviembre, si esta medida se reforzará o cambiará.
En esa reunión se firmó un nuevo acuerdo de migración “legal, segura y ordenada”.
No está claro si el acuerdo se cumple. Los cubanos, como el resto de los migrantes que llegan del sur, enfrentan un viaje peligroso por el país, expuestos a corruptos oficiales mexicanos de migración y al acecho del crimen organizado.
Pero además, los cubanos son víctimas de una red de extorsión donde según activistas de derechos humanos participan agentes del INM.
José Alberto Donis, responsable del albergue Hermanos en el Camino de Oaxaca, dice que los agentes del INM aprovechan que el consulado de Cuba en Ciudad de México no suele reconocer a sus ciudadanos entre los detenidos por irregularidades migratorias.
En ese momento dicen a los cubanos que su deportación ha sido autorizada, pero que a cambio de 5.000 o 10.000 pesos pueden conseguirles un oficio de salida.
Otros tienen peor suerte, pues sus familiares reciben llamadas donde les afirman que los migrantes están secuestrados y piden un rescate, que generalmente es pagado por transferencia electrónica. Muchas llamadas han sido rastreadas hasta las estaciones migratorias, afirma Donis.
A pesar de todo, vale la pena el riesgo. Para miles de cubanos el reinicio de vínculos diplomáticos entre La Habana y Washington representa la última oportunidad para llegar a los Estados Unidos, pues aún no se sabe qué va a pasar con el programa “Wet feet, Dry Feet”.
Peña Leyva, quien vivía en Panamá en ese momento, es uno de ellos. “Pensé que cancelarían las leyes de migración existentes. La gente en la isla decía “si no me voy ahora, voy a morir aquí, por eso se están yendo”.
El productor de televisión dice que desde el extranjero todo parece estar bien en su país. Pero en la isla se sentía limitado, sin posibilidades de cambio. La vida como un guion sin emociones, donde todo está planeado.
Viejas leyes
El autor del incentivo de los cubanos para viajar a Estados Unidos se llama Lyndon Johnson, ex presidente de ese país quien en 1966 firmó la llamada Ley de Ajuste Cubano (CAA) la cual permitió a los isleños que habían llegado a territorio estadunidense antes del triunfo de la Revolución (1959) convertirse automáticamente en ciudadanos.
En 1994, durante la severa crisis económica de la isla conocida como “Período Especial, miles zarparon a Florida en lanchas improvisadas, un éxodo conocido como “la crisis de los balseros”. El fenómeno –que algunos diarios estadunidenses afirmaron fue autoría de Fidel Castro- se transformó en nuevos acuerdos migratorios.
Uno de ellos fue que los cubanos podían participar en una lotería por una de 20,000 visas expedidas cada año, y quienes ingresaron a Estados Unidos bajo la CAA podían convertirse en residentes después de un año y luego, en ciudadanos.
Desde entonces más de 600.000 isleños han conseguido su objetivo de pisar territorio estadunidense. Muchos, como Jeyns Peña no jugaron a la lotería de las visas y emprendió camino bajo su propio riesgo.
Como los que se aventuran en incluso en el estrecho margen de 90 millas que separa a Cuba de Florida, y que ha cobrado muchas vidas desde los años 50.
Sudamérica, el principio.
Si no es ya por el mar Caribe, ¿por dónde se encaminan los migrantes cubanos?
Por Sudamérica, especialmente Ecuador que mantiene puertas abiertas a los cubanos. Otros llegan en bote al Golfo de Urabá en las costas de Colombia, país que hasta septiembre pasado reporta la captura de 300 isleños.
Quienes escapan de las autoridades emprenden camino al norte, por Panamá, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Guatemala y México.
Esa fue la ruta de Peña Leyva, quien abandonó Panamá, su hogar desde 2011, en marzo pasado. En algún lugar se deshizo de su pasaporte, temeroso de la deportación.
Eran muchos cubanos en el éxodo. En Paso Canoa, una ciudad fronteriza con Costa Rica, el productor de televisión contó hasta 100 paisanos en el mismo destino que él: dificultades, desconfianza, el riesgo perenne a la deportación.
Centroamérica no es amigable a los isleños. El gobierno costarricense empezó a deportarlos a principios de noviembre, y luego la Nicaragua del socialista Daniel Ortega los rechazó del territorio con gas lacrimógeno.
Los que pasaron encontraron otros muros. Honduras, por ejemplo, reportó la captura de 10.000 cubanos en noviembre.
Eso no le tocó a Jeyns, quien logró llegar a la frontera sur de México en una semana. Pero en el país antesala de su destino empezaron los problemas.
El trabajo sucio de México
José Alberto Donis, coordinador del albergue Hermanos en el Camino de Ixtepec, Oaxaca, dice que México sirve de filtro para las autoridades migratorias de Estados Unidos, especialmente tras la aplicación del Plan Frontera Sur en agosto de 2014.
Oficialmente la estrategia dice proteger la vida de los 150.000 migrantes que entran en promedio cada año a México, pero en los hechos se ha convertido en un muro poroso que obliga a buscar caminos más peligrosos.
Peña Leyva conoció de cerca la estrategia, pues debió librar retenes del INM y de delincuentes antes de llegar a Ixtepec, “con un par de sandalias, un short y una playera. Había perdido todo lo demás”.
Allí junto con cientos de migrantes se unió al Viacrucis organizado por el fundador del albergue, el sacerdote Alejandro Solalinde, que pretendía romper el cerco militar del gobierno.
El objetivo del Plan Frontera Sur son los migrantes centroamericanos, y por eso el creciente flujo de cubanos encontró una rendija para escabullirse al norte.
Un testigo es el productor de televisión. Jeyns obtuvo un oficio de salida antes de unirse al Viacrucis, pero de todos modos siguió la caminata hasta la Ciudad de México. Luego abordó un autobús a Ciudad Juárez donde caminó hasta la garita fronteriza y sin problemas logró pisar el suelo estadunidense, con los pies totalmente secos.
Fuente: enelcamino.periodistasdeapie.org.mx