La injusticia tiene rostro indígena

Originario de San Pedro Amuzgos. Patricio García Merino, 28 años, chofer.

“Mi delito sólo fue  ser un humilde taxista, y no negarle el pasaje a nadie. Los pasajeros suben con su carga y no tenemos ese derecho de revisarles lo que transportan, ese pequeño detalle me hizo estar preso dos años y medio de mi vida’’.

Leticia González

Nervioso, contento y abrumado por recobrar lo que fuera su antigua vida al lado de su familia en San Pedro Amuzgos, mira con tiento su reloj rayado por el tiempo que ha perdido ya sus extensibles y los ha sustituido por chaquiras en forma de pulsera.

Su mirada va más allá del nueve de febrero del año 2012 cuando se levantó como un día cualquiera, otro día más de trabajo, chofer. Le dio un beso a su recién llegado hijo de seis meses de nacido y un abrazo a su mujer, se marcho hacia su ruta esperando como cada día, regresar por la noche a casa con un pedazo de pan.

“Bien dicen que todos queremos un momento de despedida. Es bueno cuando sabes que lo haces por un fin. Pero yo no sabía que no los volvería a ver casi por tres años’’.

Su historia recurre ese día lunes nueve cuando tomó las llaves de su camioneta de redilas y comenzó las corridas.

Treinta pesos por pasaje era la tarifa en aquel entonces. El camino en condiciones precarias hacía menos productivo su trabajo, pues las piezas del vehículo, los cambios de aceite y el servicio de la unidad, apenas si le dejaban ganar un poco de dinero en su día.

“Había días que de plano, nomás no me salía, pero no me ponía triste porque tenía una familia que me esperaba en casa todos los días, vivía además con mi madre, y en mi pobreza era feliz, teníamos salud y eso era lo importante’’.

Pero ese día al llegar a la base de Santa María Zacatepec, tome el pasaje, mi destino sería el llegar a San Juan Cacahuatepec. Un joven como cualquier otro se subió en la parte de atrás de la camioneta y con el subió su carga, un paquete amarrado que iba en una caja de huevo.

Así como él, otras personas se subieron y era muy frecuente que los pasajeros transportarán su carga en cajas de huevo, bultos de ixtle, bolsas y demás. Todo era tan ordinario que procedí a encender el motor y ponerlo en marcha hacia nuestro destino. Destino que para mí –recuerda Patricio- se volvería en dos años y medio lejos de mi familia, lejos de escuchar el río acaudalado de mi pueblo.

Fue entre Amuzgos y San Juan Cacalotepec, que sobre la carretera había unos conos color naranja, inmediatamente pensé que era un retén, y para la ironía de mi suerte pensé “el que nada debe nada teme’’. Pero al momento de disminuir la velocidad, el pasajero de la caja de huevos saltó de la batea, huyendo rumbo hacia el monte.

Al ver esto, un policía estatal le gritó a su comandante que un sujeto se había dado a la fuga de mi camioneta por lo que el comandante ordenó a tres elementos seguirlo hasta alcanzar con él…nunca supe más de él. No lo alcanzaron.

Sin saber que pasaba exactamente me hicieron bajarme de la unidad y procedieron a revisar a mis pasajeros y lo que en la camionera llevaba. Ahí al abrir la caja de huevos, el comandante hizo un contacto por radio y me miró fijamente a los ojos y reportó: “Tenemos un 6-6, ora´si dimos con un picudo’’, -refiriéndose a mí-, recuerda Patricio al clavar su mirada sobre una taza de café negro con un poco de leche que lo acompaña.

En ese momento yo argumenté que yo sólo era chofer, que ese paquete no tenía nada que ver conmigo, pero el comandante empezó a hacerme preguntas, qué para quien trabajaba, que para dónde llevaba ese paquete y quienes eran mis jefes, a lo cual yo no tuve respuesta, pues no sabía en absoluto la procedencia del contenido en esa caja.

“Le dije al comandante como pude en mi español, -porque el idioma nativo de Patricio es el Amuzgo-, que no tenia nada que ver, que alguien había saltado de mi unidad y había huido, que esa persona era el dueño de ese bulto, que yo no le conocía, pero nada de esto fue tomado en cuenta, porque me arrestaron y dijeron que me llevarían a Amuzgos, pueblo al que nunca llegamos porque en el camino me volvieron a cuestionar y el comandante acomodó todo ‘a su interés’’.

Los cuestionamientos para Patricio prosiguieron durante todo el camino, durante varias horas estuvo incomunicado. “Pensé mucho en mi familia, en mi hijo, en mi madre, en mi hermana Ana. Que golpe para mí, para los míos, no se lo deseo a nadie’’.

Patricio asegura que la injusticia tiene cara indígena, pues al ser trasladado al penal de Ixcotel su mayor sorpresa fue cómo el comandante adecuó de manera falsa los hechos.

“Dijo que yo iba conduciendo a exceso de velocidad, que intenté evadir el retén, que me opuse a la revisión… nada de eso era cierto’’.

El caso del joven indígena Amuzgo fue llevada por uno y otro abogado, lo cambiaban a menudo y no le daban el seguimiento correcto. En todo momento su familia, sobretodo su hermana Ana nunca dudo de la inocencia de él y emprendió una ardua lucha contra la injusticia que mantenía preso a su hermano.

Fue así que meses después el caso fue retomado por el Comité de Defensa Integral de Derechos Humanos Gobixha A.C. (CODIGO DH) con oficina en Amuzgos, y quien se encargó del caso fue María Elena Tapia Vásquez y todo el equipo Codigo que trabaja temas de Derechos Humanos y que también cuentan con una oficina en la Ciudad de Oaxaca.

Laura Melchor Díaz, coordinadora del área de acompañamiento psicosocial de Codigo DH, apuntó que Patricio García Merino obtuvo un auto de formal prisión por el solo dicho de la Policía Estatal a través de un parte informativo, la cual lo llevó a un Juicio ordinario en la que tampoco se respetó lo establecido por el Artículo 16 Constitucional del Estado de Oaxaca, que menciona que todos los juicios en que un indígena sea parte, las autoridades se asegurarán de preferencia los procuradores de Justicia y los Jueces sean hablantes de la lengua nativa.

Adicionalmente, al haberse efectuado la detención en su comunidad de origen, facilitaba a la policía Estatal de solicitar un intérprete, de acuerdo a lo establecido en la Ley General de Derechos Lingüísticos en su artículo 10:

“… para garantizar ese derecho se deberán tomar en cuenta sus costumbres y especificidades culturales, ser asistido gratuitamente, en todo tiempo, por intérpretes y defensores que tengan conocimiento de la lengua indígena y cultura’’, encomienda que no se llevó a cabo.

Fue así que el caso fue retomado por dicha asociación quien de manera puntual realizó todas las diligencias y se concretó a buscar a los testigos quienes desde un primero momento no fueron requeridos y habían permanecido ajenos al destino que tuvo el conductor de la unidad en que viajaban.

Sara Méndez Coordinadora general del Comité de Defensa Integral de Derechos Humanos Gobixha A.C. precisó que el trabajo comparte la lucha interminable contra las injusticias que viven los hermanos y hermanas indígenas, por sus condiciones de desigualdad por la falta de información que el Estado mismo no garantiza.

Con el trabajo operativo y la búsqueda de pruebas, llamado de testigos y demás requerimientos jurídicos desde el 2012, el pasado 29 de julio obtuvo recientemente la libertad Patricio García Merino, detenido por elementos de la Policía Estatal, en el paraje denominado Altos de Amuzgos, acusado por delito contra la Salud, en su modalidad de transporte de Cannabis Sativa, conocida como marihuana.

García Merino obtuvo una Sentencia Absolutoria y con ello su libertad, esto después de un análisis realizado por el Juez Tercero Distrito del Estado y de veintinueve meses de injusta prisión.

Los argumentos-conclusiones presentados por la defensa contaron con el aporte del Observatorio de las Justicias, colectivo de organizaciones que busca mejorar el acceso a la justicia para las poblaciones indígenas.

Y así, cargando fuertemente su maleta color negro, y una cubeta blanca con tapa -que antes fuere de pintura comex-, el joven Amuzgo fue al encuentro de las personas que trabajaron días y noches para que se le hiciera justicia. Aún sin conocerle.

“Yo estoy muy agradecido con la organización de Derechos Humanos Codigo DH. Me siento emocionado, puedo creer otra vez que hay personas que trabajan todos los días por un país más justo. Me doy cuenta que son personas distintas cuando veo esas ganas enormes que tienen en pro de la justicia. Que si satisfacción del trabajo no radican en tener un auto nuevo, o lujos, sino en que se haga justicia’’.

Con el cabello cortado a ras, el joven se muestra nervioso, feliz de volver al encuentro de su familia y a la vez aterrado. “Esto no lo puedo contar fácil –dice mientras se le corta la voz-. Yo sé que lo que tiene que pasar va a pasar, pero lo que me paso a mi, fue una injusticia. Un día cualquiera me cortaron mi libertad sin saberlo, y un día ordinario como hoy también me informan que salgo libre’’.

Tengo tanta emoción de llegar a casa, de oler ese aire a tierra caliente, y al mismo tiempo me aterra. Algunos se alegrarán y otros simplemente ya no me verán igual, por el sólo hecho que estuve preso, aunque esto fuera por algo injusto.

Una vez llegada la noche, toma su autobús hacia su natal Amuzgos, se despide con gratitud de los integrantes de Codigo DH. “La libertad es lo más valioso del ser humano, yo le doy las gracias a Elena Tapia, Sara, Laura, Felipe, Celia, Susana, Inos, Maritza y Alba, por devolverme lo más valioso de mi vida, mi libertad’’.

Este año, Patricio cumple 31 años de edad y sabe la justicia para las y los indígenas es un tema que mantiene presos a muchos inocentes. Por el idioma, por la falta de oportunidades, por el desconocimiento de sus derechos.

Patricio García Merino, a su salida del Penal
Patricio García Merino, a su salida del Penal

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