SOBREVIVENCIA DE UN INDIGENTE

“… me parece que la cultura de la pobreza rebasa los límites de lo rural y urbano y aún de lo nacional”, así lo plasmó Oscar Lewis con su admirable espíritu perceptivo, en su estudio; Antropología de la pobreza, secundado por Larissa Adler de Lomnitz, al sostener en sus investigación “Cómo sobreviven los marginados”: “La ecología humana es una rama de la antropología que trata de la adaptación de las sociedades humanas a su ambiente natural”.

José Hernández y Hernández

Llegar hasta la vivienda de dos niveles no fue cuestión solo de guardar el equilibrio para sortear el paso veloz de los vehículos, cruzar montones de arena que dejó a su paso el caudaloso río. Peor aún cuando el ladrido de una furiosa perra me paró en seco cuando salió de los carrizales.

¡Buenas tardes! Grité, mientras buscaba una piedra para ahuyentar el bravo animal.

¿Cómo se llama su perra?

-¡Como Tú! Me respondió la voz quebrajada de un individuo detrás de un enorme tendedero de plástico y telas viejas pendientes de largos mecates amarrados a la enorme columna de cemento.

¿Se puede?

-¡Pos claro, por la vuelta…!

¡Por favor agarre a su perra!

Haciendo equilibrio, caminando de ladito sobre el angosto muro para llegar al otro lado. Me sudaban las manos al ver el vacío, pero ya faltaba poquito.

En cuestión de minutos, pues del Templo de Santo Domingo de Guzmán, el Chino y yo nos trasladamos en su veloz motocicleta hasta las Riberas del Río Atoyac, exactamente a los Puentes Cuarto Centenario y Porfirio Díaz. La diferencia era kilométrica…

Tenía ante mí otro mundo. Carrizales, basura, tierra suelta, y sobre mi cabeza, la interminable carrera de carros circulando con su infernal ruido.

Detrás de los plásticos que sirven como pared, salió un hombre de mediana estatura, de piel blanquecina, con algunos tatuajes. Su rostro marcado con una cicatriz.

Su saludo fue amable con una ligera sonrisa desdentada en la parte frontal, mientras comía sus “sagrados alimentos”, como lo remarcó después.

Su mano izquierda sostenía una torta de pan con un pescuezo de pollo.

-¿Qué honda carnalito? ¿qué milanesas que nos visteces? ¿qué te trai por este “chante”?

Buenas tardes ¿a quién estamos saludando?

Sin dejar de masticar el individuo responde:

-José Luis González González…

¿Aquí vive solo o en grupo? ¿desde cuando?

Sin inmutarse ni extrañarse por nuestra presencia, con un acento un tanto indefinido de “chilango”, barriobajeño, o provinciano, José Luis, balbucea:

-¿Se acuerda de la carestía y de la ignorancia de parte de la justicia?

¡No comprenden a la gente necesitada! ¡cuando pedimos un pedazo de tierra para vivir, aunque no seamos gente problemática llega la justicia y nos ataca! Tenemos que ir a mendingar.

No es por nada carnalito pero ¿sabes de que estamos comiendo?… de Chedrahui, de los contenedores de basura, cuando no tenemos trabajo.

Somos areneros –comenta-, mientras se le une un segundo hombre con una bolsa en la mano, y lo mismo, masticando un pedazo de pan.

En el Valerio Trujano
En el Valerio Trujano

También somos estibadores, o sea, lo que Dios nos dé.

Yo llevo viviendo aquí como cinco años, a éste señor yo lo acerqué, yo le di cobijo, como mi chante es de dos niveles, pues re bien que cabemos.

Desde aquí arriba de mi recamara, dice señalando otro tendido de plásticos, colocado exactamente en una pequeña plataforma que sirve como columna de sostén al histórico puente Porfirio Díaz, junto al Parque del Amor. Desde aquí se ve el DIF, con vista panorámica… antes ahí en el DIF, con veinte centavos comprábamos un desayuno, pero ahora ni eso… gracias a Dios, comida no falta en los basureros.

La policía ¿a pretendido desalojarlos?

-Pues sí… pero no hacemos nada, no robamos ni nada –dice entre amargas risitas-, pero así es la justicia como se llaman… ellos como tienen de comer por medio de vales, de tantos cabrones que lleven allá dentro, a la cárcel, ahora sí que les damos de comer a ellos con las multas que nos arrancan.

¿De donde es originario José Luis?

-¿Yo? De la mera ciudad de Puebla, mi buen… mi cuate es de aquí, del barrio… ¿de cual barrio tú?

-Eso no se dice –responde el segundo hombre-, y se suma a la plática:

Yo soy artesano, hago barcos, trabajo el hueso, hago figuritas…

-Son temporadas ¿no? Lo corta José Luis-, es como la navidad, como el día de muertos, o como le dicen aquí, Todos Santos, son temporaditas.

¿Dónde se bañan? ¿dónde hacen sus necesidades…?

-Ahí está el río!

Para tomar agua vamos al DIF, a la gasolinera, pues dicen que es agua reciclada, pero la que es potable es la del DIF, bueno eso dicen.

¿No han venido a ofrecerles ayuda?

-La mera verdad la estamos esperando… ahí está Dios… queremos que nos hagan justicia, los estamos esperando para que nos den un terrenito.

En son de burla, José Luis, suplica; ¡yo lo único que quiero es que no me moleste la justicia!

¡No le hacemos daño a nadie!

¿Y cuando crece el río?

-Pues nos subimos al segundo piso, por eso lo construimos, pues más vale prevenir que lamentar, desde ahí nomás vemos como corren las aguas negras, algunas veces espumosas. Lo bueno es cuando traí gallinas o borregos muertos, nos ha tocado suerte de un becerrito, así ya tenemos comida para varios días, Diosito se acuerda de sus hijos.

Desde arriba se divisa el Parque del Amor… luego pues no estamos tan solos. Luego llegan señoras que son solteras, algunas prostis, o del talón como les dicen. Las invitamos a comer, o les damos un trago, luego pues ya sabe mi jefecito, el amor, el amos, también tenemos corazoncito.

¡La única que nos chinga es la policía!

En mis buenos tiempos yo fui policía.

No como la policía de aquí ahorita, a parte de ignorancia, son prepotentes y ni huevos tienen para darse en la madre… a mi me han golpeado re feo.

¡Mire mi cicatriz!

¿Cuántos años tienes?

-Cincuenta y cuatro, mi señor.

¿Eres feliz viviendo aquí?

-¡Pues no! ¡que más quisiera!… pero ya nos vamos a cambiar para el otro lado –dice señalando un plano de arena-, ya vamos a limpiar el terrenito.

¿Y si viene la autoridad a sacarlos?

-¿Por qué? ¡no estamos despojando a nadie! ¡la tierra es de quién la trabaja! Y ya lo dijo el gobierno ¡lo de México es para los mexicanos!

Apoco nosotros les hemos ido a quitar nuestras playas y nuestros cerros y nuestro petróleo…

Si las autoridades vienen no hay justicia, a eso se le llama ¡injusticia!

La verdad, yo si he hecho mis fechorías, pero no como los gobernadores, ni como los políticos… mire, nosotros vendemos plumas, son de a dos por diez varos.

¿Fuiste a la escuela?

-Pues claro, yo quería ser psicólogo. Estudie hasta la preparatoria, en el Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH), Oriente… soy vecino de Ixtapalacra (Ixtapalapa), mi madre vive en la Ejército Constitucionalista.

-¿Ustedes son reporteros? ¿Nos están entrevistando? Dios los bendiga, mire yo quiero decir –dice el segundo hombre-, quisiéramos que alguien nos apoye para ser más autosuficientes, para poder ayudar a otras personas que lo necesiten, lo que yo quiero, es ayudar a otros para que salgan adelante.

¿Creen en Dios?

-Si, soy cristiano. Mi imagen preferida es Cristo Jesús.

¿Con cuanto de dinero sobreviven al día?

-Con unos cincuenta o cien varos.

¿Creen que algún día Cristo los saque de aquí y les de una mejor calidad de vida?

-La neta si, -dicen a la vez-, ¡aunque sea muertos! Ja, ja, ja, ja….

¡Órale güey se están quemando los frijoles! Ja, ja, ja, ja….

Ahí dejamos a los moradores de ésta vivienda de dos niveles, protegidos por gruesos muros de plásticos rotos, ollas y platos desvencijados, masticando su suerte.

Vida debajo del Puente
Vida debajo del Puente

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