¿Requieren homenajes los viejos del 68?

Miradas de reportero

Por Rogelio Hernández López.

Casi desde hace 50 años conozco personalmente a algunos. Eso creo. He compartido dos festejos con algunos de ellas y ellos en este 2018, cuando se cumple medio siglo del movimiento que sacudió lo vestusto de México y del que fueron protagonistas en distintos niveles. Ahora poca gente les conoce y reconoce.

Ambiente en modo joven

El 9 de febrero estuve en la comida que le ofrecieron algunos de esos viejos conocidos entre sí a Enrique El Kiko Condés Lara, movimientista en la Benemérita Universidad de Puebla en 1968, ahora historiador riguroso.

El lugar, especializado en cortes y vinos argentinos registró cómo una veintena de personas discrepaban apasionadamente de los políticos de hoy y el rumbo del país. Entre manoteos, recurrentemente acompañados de voces estentóreas, engullían chorizos, arracheras y vaciaban las copas de vino. Se movían libremente entre mesas que no eran las suyas y se repartían el mezcal “del bueno” que metieron de contrabando. Echaron discursos en voz alta como en asamblea. Sus acciones, más los

choques contínuos de copas distraían a los otros comenzales, que al voltear a buscar el origen del barullo tipo juvenil descubrían canas y arrugas al por mayor, pero también se sorprendían de la permanencia de actitudes juveniles y otros signos de una mística apasionada que deriva de férreas convicciones –cada vez más diluídas– y que esos viejos muestran desde medio siglo atrás.

–La comida es en homenaje al Condés–, explicaba Abel Álcantara a los conocidos que retardados se sumaban a las viandas.

–Homenaje, ¡pura chingada! Eso es para los héroes de verdad. Nosotros hicimos lo que nos tocaba– espetaba El Kiko Condés, apoyado por su esposa  Gabriela Breña –Aquí estamos puro camarada–. Y para mostrar su cercanía con los otros veteranos les iba entregando un gran regalo de pasta dura, con más de 300 páginas, de color rojo comunista: su libro más reciente Atropellado Amanecer. El Comunismo En El Tiempo De La Revolucion Mexicana. Se lo dío a sus antigüisimos conocidos: Alberto Sánchez, Leopoldo Michel, Fabian Soto, Margarita Koffman, Jorge Meléndez, Rosita Roblegia, Rodolfo Echeverría Martínez Chicali, Gustavo Hirales, Marcos Rascón y otros que tienen muy arañados los 70 años.

Todos juntos reunían ahí unos 1,500 años por sus edades, pero al menos mil de ellos de experiencias no contadas de andar en la misma brega para cambiar al mundo, como decían antes . Varios se desprendieron para ir a la Torre de Tlatelolco del Centro Cultural de la UNAM para la primera mesa redonda, con la que extraoficialmente arrancaron las conmemoraciones de aquel, su movimiento.

En los 70 de Mary

El sábado 17 de febrero, en San Pedro Mártir ocurrió el festejo por los 70 primeros años de María de la Luz Núñez, comunista de la montaña de Guerrero, hija de maestros rurales, estudiante de bibliotecología en aquel 68, ex alcaldesa de Atoyac de Àlvarez (tierra del guerrillero Genaro Vázquez Rojas), y más recientemente excandidata al gobierno de Michoacán por Morena. Y ahí, en el salón de fiestas alquilado le acompañaron otros puñados de veteranos de aquel movimiento estudiantil que realmente inició en México en 1964 y que, para los otros cuatro años siguiente ya había germinado muchos liderazgos, varios presos políticos y una estructura que dio base al Consejo Nacional de Huelga.

En ese otro circulo concéntrico, de los varios que subsisten del movimiento, apapacharon a Mary-Núñez: su esposo desde el mismo 1968, Arturo Martinez Nateras, entonces dirigente de la Confederación Nacional de Estudiantes Democráticos, fundador de Ateneos y dirigente de la juventud comunista, promotor de la Gran Enciclopedia de la Izquierda Mexicana; César Núnez, maestro normalista, quien fuera cercano a Genaro y a Lucío (Cabañas); Enrique Rojas Bernal hoy semiretirado de la notaria pública que inició hace decadas en el Estado de México, Mauro Cesar Enciso Barron, delegado al Consejo Nacional de Huelga en 1968 por la Escuela Nacional de Ingenieria Mécanica (ESIME) del Poli, quien después de la barbacoa, los sopes y los mezcales estaba muy atento que se reunieran sin reñir dos de los más conocidos de aquel movimiento del 68; Joel Ortega Juárez, y Pablo Gómez Álvarez –siempre que se topan, se agarran por supuestas discrepancias, como antes— explicaba El Enciso.

Cantos, bailes, mariachis, muchos grupos de discusión apasionada sin llegar a los puñetazos. Ayudó a que La Paz no se quebrara el que Mary, al hacer  el brindis de agradecimiento, pidiera a hacer de lado un rato sus preferencias actuales (andan en partidos diferentes y otros sin partidos) y mejor se dejaran llevar por la coincidencia del momento feliz de un cumpleaños que reunía a viejos y nuevos camaradas afines al movimiento.

En febrero ocurrieron esos dos momentos. No estuvieron otras y otros veteranos del 68 que sobreviven como  César Tirado Villegas, José David Vega Becerra, los hermanos Mujica, La Tita, ni otros menos afamados. En ambos, estuvo sin estar, Marcelino Perelló, a quien su irreverencia extrema atropelló su imagen de leyenda poco antes de morir.

Toda esta gente no podría pasar como normal aunque viva de su trabajo, sin cargos de gobierno, ni estatuas. A donde lleguen lo hacen cargados de historias,  de cientos de pequeñas hazañas por contar. Cada persona de estas significa páginas inéditas de un gran libro, del cómo llegaron a aquel movimiento que sacudió lo anacrónico del sistema político y sus anomias sociales y culturales, movimiento que fue parte de uno mayor que cambió hasta los modos de andar, de vestir, de hablar e inició una ciclo de obtención de los derechos modernos para los mexicanos.

Estos son hombres y mujeres que en su mayoría no reclama cargos, honores ni homenajes. No los necesitan para respirar con orgullo, porque siempre que convergen vuelven a reunir sus causas, discuten por ellas, hacen citas, arman planes, proyectan y siguen en esa brega que, según la mirada del reportero, les reestimula la terca persistencia de aquel gran sueño: cambiar al mundo.

Encuentro
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