Activismo y mercadeo desfiguran al periodismo

Miradas de Reportero.

Por Rogelio Hernández López

La esencia del periodista es informar. Y su fortaleza mayor es la credibilidad. Esa debe ser nuestra naturaleza.

Así iniciamos los talleres de autoprotección o de actualización profesional que impartimos a colegas de todo el país, Andrés Solís, Angélica Abelleyra, Gerardo Albarrán de Alba y otros reporteros.

Escribo esto a propósito de varias consultas que me hicieron colegas en esta temporada de campañas electorales sobre comportamientos individuales que han observado y que, según sus reflexiones, podrían estar afectando aún más la vapuleada credibilidad del periodismo mexicano.

La primera pregunta fue de colegas del sureste y de respuesta bastante sencilla: ¿Sigue siendo periodista quien se convierte en vocero de un candidato o de un partido?

En esa formulación venía implícita la respuesta: quienes hacen eso retroceden a portavoces propagandistas.

Pero vinieron más dudas de otras entidades porque sobran personas que erosionan el perfil al que deben apegarse quienes ejercen el periodismo profesionalmente. Otros ejemplos:

Hay quienes se dicen periodistas pero dedican la mayor parte de su actividad a promover y representar movimientos sociales. Estos son activistas.

Menudean los medios o personas que pactan –por dinero o interés del futuro individual–, enfocar sus informaciones a favor o en contra de causas o de personas. Esto es mercantilización.

Y habría más muestras. Pero frente a estas y otras no podemos decir “con su pan se lo coman” porque afectan a todos. Los periodistas en general somos afectados por estigmas y agresiones por malas prácticas de muchos. Lo hacen quienes tienen menos fortalezas profesionales y laborales.

¿QUIÉNES SÍ SON PERIODISTAS?

Hay una poderosa costumbre en México de llamar periodista a todo usuario de las libertades de prensa y de expresión. Así se dicen o se reconoce a los articulistas u

opinadores, en medios de prensa, a personajes de la academia, dirigentes de partidos, líderes sociales, funcionarios de gobierno. Ya se llegó al grado de llamar periodistas sociales a quienes “suben” opiniones, datos no verificados, rumores y propaganda en las redes sociales.

Todas estas personas son usufructuarias de los derechos de la libertad de expresión, pero no necesariamente periodistas. Desde el punto de vista jurídico todas ellas tienen que ser protegidas cuando ejerzan esa libertad que es reconocida en convenios internacionales, en la Constitución, en leyes y normas secundarias.

El mayor avance jurídico en México para proteger la libertad de expresión en medios de difusión ha sido en la Ley para la Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas. Promulgada el 25 de junio de 2012. Su artículo 2o dice que entiende por periodistas a:

“Las personas físicas, así como medios de comunicación y difusión públicos, comunitarios, privados, independientes, universitarios, experimentales o de cualquier otra índole cuyo trabajo consiste en recabar, generar, procesar, editar, comentar, opinar, difundir, publicar o proveer información, a través de cualquier medio de difusión y comunicación que puede ser impreso, radioeléctrico, digital o imagen”.

Esto no significa que todas las personas que cumplan con alguna de estas funciones sean periodistas profesionales.

Para ser periodista profesional de tiempo completo se requiere poseer conocimientos suficientes del contexto social y del entorno directo del periodismo; contar con aptitudes, habilidades y actitudes adecuadas para cumplir con la función principal de informar para establecer la comunicación social.

En periodismo, a quienes informan se les llama reporteros. Por lo regular estos son los mejor preparados para cumplir con las funciones de captar, procesar, analizar, editar y difundir la información susceptible de ser noticia de interés público y en presentarla con criterios y géneros informativo-periodísticos.

Y el sustantivo clave de todo esto, que completa la esencia de ser periodista, se llama credibilidad. Para obtenerla se requiere un ejercicio sistemático basado en normas, pautas deontológicas, ética profesional pues.

MERCADEO Y ACTIVISMO

Pero la credibilidad, la aceptación general de los medios de prensa y los periodistas en México se pierde con uno de sus enemigos principales, el mercantilismo de la información. Sobre eso existen libros, ensayos, informes de todo tipo. En general parece haber consenso sobre cinco problemas.

Primero. El mercado de la información noticiosa es acaparado por muy pocas corporaciones tanto en televisión y radio como en medios impresos; corporativos que también acaparan los mayores porcentajes de publicidad tanto privada como pública. Y por

todo ello imponen agendas y marcan pautas más por interés de mercado que de servicio social.

Segundo. Excesiva competencia digital. Más de 2 mil 500 marcas, con equipos de trabajo de una a quince personas, se convierten en competencia dentro del mercado de la información.

Tercero. Disminución de la calidad de las noticias, tanto por ser convertidas en “vendibles” en el mercado como por la baja calidad en medios digitales improvisados.

Cuarto. Práctica muy extendida de periodistas y medios de todos los tamaños que comprometen orientación de sus noticias a cambio de dádivas regulares o extraordinarias o espacios de propaganda disfrazada de noticia.

Quinto. Y, como consecuencia, caída sistemática de la aceptación ciudadana de los medios de comunicación en general.

El Informe país sobre la calidad de la ciudadanía en México 2014, difundido bajo la responsabilidad del IFE en colaboración con el Colegio de México, anota que la confianza en los medios cayó brutalmente en los últimos cuatro años:

“En cuanto a los medios de comunicación, 61% de los mexicanos en 2010 confiaba en ellos mientras que en 2013 sólo 32% dijo confiar mucho o algo en ellos”.

“Una de las cosas que detesto del periodismo de hoy es su conversión en negocio…es lícito hacer negocio con el periodismo, pero no es lícito convertir al periodismo en negocio, simular que se hace periodismo”, escribió Miguel Ángel Granados Chapa en una de sus muchas críticas al periodismo.

Hoy, cuando un periodista sirve al mercadeo o se inserta en el activismo político, encubierta o abiertamente, como militante de organizaciones sociales o candidato de partido debe aceptar que su credibilidad se erosionará porque transgrede normas éticas.

Hace mucho tiempo que, en la mayoría de países occidentales, el ejercicio del periodismo se separó del activismo político. Así fue el origen del periodismo, como en tiempos de la Reforma y la Revolución Mexicana con Belisario Domínguez, Filomeno Mata, los hermanos Flores Magón y otros. El periodismo adoptó métodos, técnicas y formas profesionales y achicó o veló su militancia política descarada.

PAUTAS PARA GANAR CREDIBILIDAD

No existe un código ético oficial. Hay sinfín de estatutos deontológicos en otros países aprobados y practicados voluntariamente por profesionales del periodismo. La UNESCO recomienda a los periodistas profesionales apegarse a 9 pautas:

“El derecho del pueblo a una información verídica;

“Adhesión del periodista a la realidad objetiva;

“La responsabilidad social del periodista;

“La integridad profesional del periodista;

“Acceso y participación del público;

“Respeto de la vida privada y de la dignidad del hombre;

“Respeto del interés público:

“Respeto de los valores universales y la diversidad de las culturas:

“La eliminación de la guerra y otras grandes plagas a las que la humanidad está confrontada”

Javier Darío Restrepo, el periodista colombiano, consultor ético de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano dice que el periodista “es una persona en todo diferente del oportunista, del mercader, del trepador y del mercenario”.

Pero yo prefiero hablar de honestidad a mis colegas, con lo que dice Lope de Vega en la obra “Con su pan que se lo coma: “Por ningún caso ni suceso humano / mudéis el traje, el trato ni el oficio, / que en este humilde, sosegado y llano / quiero que conservéis vuestro ejercicio”.

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