¡#Refugiados!

A empellones sacan a la mujer, esposo e hijo del humilde jacal, amarradas las manos a la espalda los empujan por el pedregoso camino que baja al río que va rumbo al poblacho, pasan rumbo a Tlacolula cual reos de muerte, se detienen en el paraje llamado Yigoyushe.

Delante de ella, sin ningún miramiento, cuelgan a su esposo Pedro Arango. Sin escuchar las súplicas de la madre cuelgan después a su hijo, luego la empujan descalza por el polvoriento camino a Tlacolula. Victoria García, mamá Vita, ha visto morir esa mañana a dos de sus hombres.

Noventa kilómetros rumbo a prisión han pasado bajo sus pies sin sentirlos, aunque sangren, su pensamiento ruega porque a sus otros dos hijos no los detengan nunca. A partir de ahora vagaran de un lado a otro buscando refugio. Son, como todos los pobres, prófugos de la injusticia.

Las pequeñas hijas que quedaron en el jacal fueron recogidas por los vecinos, acogidas después en lejanas rancherías por los parientes. Petrona Arango García presumirá después de ser hija del Sitio El Palmar, “Palmareña”. De los bravos del Sitio El Palmar, su lugar de refugio.

Las cárceles en México siempre han sido sitios pestilentes, víctima de la dictadura porfirista la tatarabuela Victoria García padeció la indefensión por tiempo indefinido, sin cargos y sin juicio. Las hijas crecieron, se casaron y tuvieron hijos, muchos nietos, bisnietos, tataranietos.

El viejo sistema político mexicano poco, muy poco ha cambiado y muchos descendientes de Victoria García y Pedro Arango hemos conocido la persecución, la prisión, la indefensión y el exilio. Por motivos económicos y/o políticos tenemos la condición de refugiados.

Son las consecuencias de vivir en un país en guerra permanente contra los pobres y en condición de colonia de los miserables intereses políticos y económicos de las potencias imperiales que, aunque se trate de ocultar, ahí están los hechos, la siempre flagrante realidad.

Ahora que nuevamente la guerra golpea a la vieja Europa, que los medios occidentales nos venden la realidad que a los imperiales intereses conviene, la crisis de la guerra sigue entrando por nuestras puertas. Nos recuerda que los pobres tenemos que pagar las guerras de los ricos.

La invasión rusa a Ucrania es indefendible porque no hay guerras buenas pero, salta a la vista el desigual trato que se da a unas víctimas frente a otras, cuando de lo que se trata es de que no hubiera víctimas de ningún tipo, que no hubiera guerras ni discriminación ni miseria.

Estados Unidos sigue siendo el gran ganador, han vaciado sus arsenales de guerra y arrebatan la comercialización de insumos a sus eternos enemigos los rusos. Obligan a los gobiernos títeres a alinearse con ellos, aunque siempre, convenientemente, se declare lo contrario.

Hay guerras en las que a los muertos, a los invadidos se les declara culpables, guerras en las que los campos de concentración, los campos de refugiados pasan desapercibidos. Países en los que bombas, metralla, hambruna y enfermedades curables acaban con millones.

México, gobiernos estatales y federal se niegan a reconocer la guerra contra los pobres, aunque somos millones los desplazados por la guerra y el hambre. Así, millones de migrantes, sufriendo explotación y desprecio sostienen la economía de sus pobres familias al sur del Río Bravo.

Los refugiados, aunque queremos volver, no sabemos cuándo lo lograremos, cuántos parientes y amigos habrán desaparecido, muerto o simplemente dejado de pensar en nosotros. Somos los desarraigados de otras tierras que soñamos con volver algún día, muy pronto.

Desde un rincón del exilio,

Juan Sosa Maldonado

Defensor de Derechos Humanos

¡#Refugiados!
¡#Refugiados!

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.

*